sábado, 29 de noviembre de 2014

Dragon Ball I (doragon booru ichi, ドラゴンボールいち, ドラゴンボール一)


El origen de todas las aventuras y también su fin
Allá por el año 1984, un joven e imberbe (tampoco es que ahora sea de los ZZ Top, pero para entendernos) dibujante de manga con un gran sentido del humor había alcanzado cotas suficientemente altas con su Ópera prima, Dr. Slump, basada en las andanzas de la niña-robot Arale y su pueblecito Villa Pingüino, como para atreverse a dar otro salto en su carrera y meterle mano a uno de los libros capitales de la literatura china, Camino al Oeste, reconvirtiéndolo en la que sería su franquicia más célebre (y rentable): las aventuras de un mocoso que, a todas luces -y nunca mejor dicho- parecía que hubiera metido los dedos en un enchufe, tanto por su pelo, como por la capacidad de emitir energía -ki lo bautizó inmediatamente Toriyama- y siete bolas del Dragón que al juntarlas resultaban la versión todavía más oriental si cabe de la lámpara de Aladino y es que entre un genio y un dragón, pocos habrá que elijan al primero.

Sea como fuere, su éxito fue arrollador, gracias a muchos pequeños aciertos tales como:

La bondad del protagonista (innata no, como se explica a lo largo de la historia) capaz de permitirle subir a la nube a la que sólo los puros de corazón podían (Kinton), hacerse amigo de la pandilla de rufianes que le salía al paso capítulo tras capítulo (del manga, episodio tras episodio del anime) hasta convertirlos en sus mejores amigos, tras derrotarlos, eso sí, ganándose su corazón y el de hordas de niños de varias generaciones que leyeron el manga, vieron el anime, coleccionaron sus cromos, jugaron con sus muñecos, colgaron sus pósters... Si bien es cierto que la mayoría se irían diluyendo en las sucesivas sagas -Yamcha, Ten sin han y Chaoz apenas hacían acto de presencia desde los superguerreros y Krilín parece que estaba en el ajo para morirse una y otra vez y poco más, para futuro regocijo y cachondeo en las redes, aunque también para convertirse en el humano con más novias inverosímiles de la historia, con permiso de Paquirrín, naturalmente, en los pocos momentos que tenía de vida-, algunos se mantendrían hasta el final, como Piccolo o Vegeta. Eso no significa que no diera matarile a algunos de los asesinos más sanguinarios del Universo, entre los vivos y entre los muertos, que es bueno, pero no tonto.

Muchos mangaka han homenajeado a Toriyama y Dragon Ball...
-El atajo de maestros majaderos, pervertidos, seniles…, en los parajes más inverosímiles (un minúsculo islote que no entiende de mareas ni de tormentas, un planeta minúsculo -he visto pipicanes más grandes- perdido de la mano de dios en el mundo de los muertos con un deportivo a la puerta para dar la vuelta al mismo, otro encerrado por un hechizo en una roca aparentemente irrompible…) pero sabios en lo suyo, a los que Goku, por otra parte, respeta por encima de todo y de los que aprende algunas de sus técnicas definitivas.

-La miríada de aparatos freaks, geaks, futuristas que gastan Bulma y su padre, inventores de cápsulas que podían albergar en su interior coches y casas (ríete tú de las tiendas de campaña instantáneas del Decathlon), automóviles aerodeslizantes, naves espaciales intergalácticas que además son gimnasio para alienígenas exigentes, cambiaron el concepto tecnológico de pequeños y grandes y al igual que el aero-monopatín de Michael J. Fox cada vez quedan más lejos de la ciencia ficción y se acercan más a la ciencia aplicada, aunque quede mucho todavía. En Japón actualmente están haciendo pruebas satisfactorias con el shinkansen (tren de alta velocidad nipón) que gracias a campos electromagnéticos no necesita tocar el suelo para desplazarse, reduciendo el rozamiento y logrando velocidades de más de 500km/h y que aparentemente coincide con el 50º Aniversario de las Olimpiadas de Tokio, pero que, curiosidades de la vida, lo hace también con el 30º de Dragon Ball.

...Y no pocos artistas en la Red, con resultados sorprendentes...
-El argumento que en Dragon Ball era más superficial y divertido, con momentos hilarantes, algunos incluso subidos de tono (ese tipo de cosas sucede más a menudo en Japón y especialmente en el manga) y que en Dragon Ball Z torna en algo más trascendental al tener que defender todos los planetas del dominio tiránico de despiadados exterminadores (y no los de las cucarachas del barrio). Lo cierto es que, puestos a analizarlo con perspectiva, la trama de la mayoría de sagas es similar e incluso plana -a excepción quizá de Freezer, Piccolo Sr., los Superguerreros y alguna película-: un doctor malvado, un padre preocupado por el potencial de su hijo… sin apenas fuerza decide crear-tutelar a alguien-algo con un poder inimaginable y muy malas pulgas sin éxito a largo plazo, ya que, indefectiblemente, el creador acaba siendo víctima de su propio monstruo, para dar paso al enfrentamiento final, que es el que cuenta, para que los muchachos resuelvan en el último momento, al borde de sus fuerzas y comandados por Goku -esto sí que es común a todas las historias-, no sin antes deleitar a los fans con un recital de movimientos supersónicos, golpes imposibles, destrucción de bienes inmuebles y bolas de energía que alumbrarían Las Vegas desde el Pleistoceno hasta un futuro muy, muy lejano -“menos mal que no existen estos tipejos”, pensarán los capos de las eléctricas, sin darse cuenta de que, en la mayoría de casos, los tipejos son ellos mismos-. Rompiendo una lanza en favor de Dragon Ball, cabe decir también que pocos de los mangas de la época han resistido bien el paso de los años y otros que marcaron igualmente a la generación noventera y posterior envejeciendo mucho peor todavía, como el caso de Los caballeros del zodíaco (Saint Seiya) u Oliver y Benji (Captain Tsubasa) que, por mucho que apelen a nuestra nostalgia, no resisten un visionado adulto.

...Aunque también hay quien hace bromas.
Tanto el manga como el anime posterior se tradujeron a todas las lenguas conocidas -en Nueva Zelanda hay tribus sin apenas contacto con la civilización pero que intuyen que no conviene enfadar a Vegeta, no digo más- y su trascendencia fue tal que redefinió en buena medida el género (hay pocos mangaka que no tengan las obras de Toriyama como referentes clásicos). No en vano, después de 30 años, sigue bastante fresco y ocasionalmente, aunque algo irregulares, aparecen algunas películas para hacer las delicias de sus jóvenes y no tan jóvenes fans.

Como amenacé la semana pasada, el homenaje a Goku y sus amigos no se podía quedar en un sencillo post, así que la próxima se llenará de curiosidades, guiños, bromas y chascarrillos de Toriyama (que llega a ser genial en muchos momentos), unos conocidos y otros, no tanto, en lo referente a Dragon Ball especialmente, como es natural.

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