Antes de nada, pedir perdón por la ausencia de post en sábado. Dudo firmemente que haya muchos lectores acérrimos pero en caso de haberlos, me gustaría hacer constar que el impedimento fue técnico, ya que no pude hacer cargar el blog hasta bien entrado en domingo en el que nos encontramos. Acto seguido, paso a meterme en harina. Ya que estamos en domingo, el tema irá en consonancia con algo que los jóvenes solíamos hacer en España con la paga dominical -con parte de ella, al menos, pese a que fuera precaria- hace unos años y que ahora ha desaparecido casi completamente.
En el interior de una nave espacial se produce el esperado primer
encuentro con una cultura a alienígena. El aguerrido piloto, tras múltiples
peripecias que no vienen al caso, se encuentra finalmente con un grupo de seres
a todas luces marcianos, por su vestimenta, su color de piel y otros rasgos de
su complexión. Parecen pacíficos, bonachones incluso. Cabría esperar cierto
recelo de nuestro protagonista, pero él es así, valiente y por lo visto,
tampoco se ha detenido a evaluar los riesgos. Éstos por su parte, le miran con
curiosidad y cierta innegable admiración. Para ellos también es la primera vez
que tienen algún tipo de contacto del exterior .
Acto seguido y dado que sus intenciones aparentemente no
entrañan peligro alguno, procede a comunicarse con ellos por medio de un
lenguaje interplanetario.
-¿Quién está al
mando?
-El
gaaaaaaaaaaaaaaancho.
-El gancho es nuestro amo.
-El gancho es quién elige quién se va y quién se queda.
¿Volarle la cabeza a una colegiala? No hay problema: es zombie y es un juego |
Así pues y entendido como un ser superior
por estos simpáticos y fanáticos personajillos verdes con tres globos oculares
por seña característica, de la conocida Toy Story (y secuelas), curiosamente un
icono más famoso en la cultura pop japonesa que los propios protagonistas de la
misma, el celebérrimo gancho no es sino una de las máquinas que se suceden en
todas las recreativas del país, desde las de carreras -con bólidos
incorporados- las de lucha, cada vez más perfeccionados y realistas, en las que
sus personajes llevan cascándose como si no hubiera mañana desde que apenas
eran unos píxeles irreconocibles, las de deportes -tenis, fútbol o béisbol-
digitales y analógicas -aquí domina el baloncesto-, o los shooters -las de pistolitas que dicen otros- machacando botones, tirando de gatillo fácil, pisando el acelerador hasta hundirlo o demostrando la pericia en el manejo de objetos sin valor alguno más allá de las puertas automáticas de la entrada en estos lugares de culto para unos y sin valor alguno para otros, pero que procederé a detallar a
continuación -al menos, en sus máquinas más destacadas-.
Un juego con el que siempre se acaba "a palos" |
Las recreativas niponas cuentan con numerosas máquinas
desconocidas para los occidentales y otras conocidas pero evolucionadas hasta
límites insospechados.
Mientras que en Occidente los videojuegos retro han
desaparecido de las salones, cuando no éstos enteros, dejando paso únicamente a
los juegos más modernos y avanzados (y pese a ello, son pocas las salas que
otorgan beneficios en esta precaria industria), los jóvenes japoneses se siguen
dejando algunos pequeños ahorros en darse un capricho tecnológico.
Una de las máquinas típicas es el taiko, un juego en el que
se puede ser percusionista por unos instantes, tocando este tambor típico del
archipiélago nipón apaleando un cuero que tiene sensores de movimiento debajo.
Ofrece opciones diversas, ya sea individual, participativa o Versus (uno contra
otro).
Las fotos y la realidad son mera coincidencia |
La estrella, no obstante, de las recreativas niponas está
especialmente enfocada en las féminas. No es otro que el el fotomatón 2.0, unos
cubículos bastante más grandes que sus predecesores, cuya función primera es
básicamente la misma -hacer fotos-, pero no la secundaria -que uno no parezca
un recluso del Módulo 3 de Guantánamo, si es que lo hay-, porque la máquina
concede opciones mil. Eso sí, tras los innumerables retoques permitidos, las
niñas parecerán muñecas y los hombres, por muy viriles que sean al entrar,
parecerán gaylors desatados al salir. Eso es así.
Muñecos más kawaii, pero el mismo negocio |
Tras las fotos, la otra máquina que copa el mayor y mejor
espacio es la que ocupa la introducción del post de hoy -al margen de la disculpa
inicial-: las máquinas de gancho para recoger objetos -desde peluches hasta
consolas de última generación…- de esas que no tocan nunca, pero en las que la
gente se empeña en meter la moneda de turno con la esperanza de que se alineen
los planetas y consiga algún objeto, sin valor alguno en la mayoría de
ocasiones, (más barato que la moneda invertida) o realmente increíble pero tan
difícil de conseguir que ni el mismísimo Magneto podría hacerse con él, poniendo
todo su empeño en el asunto. Las hay muy diversas aunque el mecanismo es
idéntico en todas ellas.
Por lo demás, es entendible para cualquier cráneo previlegiado que, si ellos crean algunos
de los mejores videojuegos del mercado internacional, tengan disponibles para
deleite de los gamers versiones para recreativas de los mismos (títulos como
Mario Kart siguen generando pingües beneficios allí donde se instalan), con
gran calidad y diversión asegurada a cambio de un puñado de yenes. Hay un
sinfín, asimismo, de juegos tan freaks, que un servidor, en las ocasionales
visitas en las que se ha adentrado en este mundillo, no ha entendido nada en
absoluto.
Mario Kart sigue inasequible al desaliento en su feudo |
Para terminar, otras máquinas de toda la vida (o casi
toda), como los pinballs o el air hockey se mantienen en la pugna por el
espacio ya de por sí reducido en un país donde el más mínimo hueco se cotiza a
precio de oro, lo cual tiene su mérito. Por otra parte, es realmente complicado
encontrar un billar (ocupa mucho sitio para tan poco beneficio, por lo visto) y
todavía más un futbolín, pese al tirón que tiene el deporte rey entre la
juventud nipona.
Para aquellos nostálgicos viejunos, es interesante observar que entre los japoneses no existe la misma fauna que existía en los recreativos patrios. Aunque es cierto que siempre existirá un encargado, actualmente todo está fuertemente automatizado y rara vez hace acto de presencia. Por si fuera poco, dista mucho de aquel señor siempre malhumorado de nuestros recuerdos. También existen algunos denominados "cracks" que se manejan como pez en el agua en una o varias máquinas del lugar. No se encuentran, sin embargo, o en un número tan reducido que apenas cuenta como tal, los mirones, que, en esencia, se dedican únicamente a hacer eso: mirar, en la mayoría de casos por falta de parné (en Japón, quien más, quien menos, tiene para permitirse un vicio), los "chungos" o los "gorrones", que son gente civilizada, en la mayoría de los casos, claro. Por último, en las recreativas españolas hoy desaparecidas, había chicas, pero eran una minoría evidente entre la marea de niños, adolescentes y adultos -aunque jóvenes-. En Japón, la proporción es prácticamente la misma, aunque algunas máquinas siguen teniendo más tirón para un sexo que para el otro, un rol que parece difícil que cambie en un futuro, pero nunca se sabe.
Por hoy, habrá que colgar el cartel de "Insert Coin". La semana que viene daremos el "Continue" a la Historia del Siglo XX, dividida en dos post, momento tras el cual tocará decirle "Game Over" a dicho tema para pasar a otros que esperan su turno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario