sábado, 29 de noviembre de 2014

Dragon Ball I (doragon booru ichi, ドラゴンボールいち, ドラゴンボール一)


El origen de todas las aventuras y también su fin
Allá por el año 1984, un joven e imberbe (tampoco es que ahora sea de los ZZ Top, pero para entendernos) dibujante de manga con un gran sentido del humor había alcanzado cotas suficientemente altas con su Ópera prima, Dr. Slump, basada en las andanzas de la niña-robot Arale y su pueblecito Villa Pingüino, como para atreverse a dar otro salto en su carrera y meterle mano a uno de los libros capitales de la literatura china, Camino al Oeste, reconvirtiéndolo en la que sería su franquicia más célebre (y rentable): las aventuras de un mocoso que, a todas luces -y nunca mejor dicho- parecía que hubiera metido los dedos en un enchufe, tanto por su pelo, como por la capacidad de emitir energía -ki lo bautizó inmediatamente Toriyama- y siete bolas del Dragón que al juntarlas resultaban la versión todavía más oriental si cabe de la lámpara de Aladino y es que entre un genio y un dragón, pocos habrá que elijan al primero.

Sea como fuere, su éxito fue arrollador, gracias a muchos pequeños aciertos tales como:

La bondad del protagonista (innata no, como se explica a lo largo de la historia) capaz de permitirle subir a la nube a la que sólo los puros de corazón podían (Kinton), hacerse amigo de la pandilla de rufianes que le salía al paso capítulo tras capítulo (del manga, episodio tras episodio del anime) hasta convertirlos en sus mejores amigos, tras derrotarlos, eso sí, ganándose su corazón y el de hordas de niños de varias generaciones que leyeron el manga, vieron el anime, coleccionaron sus cromos, jugaron con sus muñecos, colgaron sus pósters... Si bien es cierto que la mayoría se irían diluyendo en las sucesivas sagas -Yamcha, Ten sin han y Chaoz apenas hacían acto de presencia desde los superguerreros y Krilín parece que estaba en el ajo para morirse una y otra vez y poco más, para futuro regocijo y cachondeo en las redes, aunque también para convertirse en el humano con más novias inverosímiles de la historia, con permiso de Paquirrín, naturalmente, en los pocos momentos que tenía de vida-, algunos se mantendrían hasta el final, como Piccolo o Vegeta. Eso no significa que no diera matarile a algunos de los asesinos más sanguinarios del Universo, entre los vivos y entre los muertos, que es bueno, pero no tonto.

Muchos mangaka han homenajeado a Toriyama y Dragon Ball...
-El atajo de maestros majaderos, pervertidos, seniles…, en los parajes más inverosímiles (un minúsculo islote que no entiende de mareas ni de tormentas, un planeta minúsculo -he visto pipicanes más grandes- perdido de la mano de dios en el mundo de los muertos con un deportivo a la puerta para dar la vuelta al mismo, otro encerrado por un hechizo en una roca aparentemente irrompible…) pero sabios en lo suyo, a los que Goku, por otra parte, respeta por encima de todo y de los que aprende algunas de sus técnicas definitivas.

-La miríada de aparatos freaks, geaks, futuristas que gastan Bulma y su padre, inventores de cápsulas que podían albergar en su interior coches y casas (ríete tú de las tiendas de campaña instantáneas del Decathlon), automóviles aerodeslizantes, naves espaciales intergalácticas que además son gimnasio para alienígenas exigentes, cambiaron el concepto tecnológico de pequeños y grandes y al igual que el aero-monopatín de Michael J. Fox cada vez quedan más lejos de la ciencia ficción y se acercan más a la ciencia aplicada, aunque quede mucho todavía. En Japón actualmente están haciendo pruebas satisfactorias con el shinkansen (tren de alta velocidad nipón) que gracias a campos electromagnéticos no necesita tocar el suelo para desplazarse, reduciendo el rozamiento y logrando velocidades de más de 500km/h y que aparentemente coincide con el 50º Aniversario de las Olimpiadas de Tokio, pero que, curiosidades de la vida, lo hace también con el 30º de Dragon Ball.

...Y no pocos artistas en la Red, con resultados sorprendentes...
-El argumento que en Dragon Ball era más superficial y divertido, con momentos hilarantes, algunos incluso subidos de tono (ese tipo de cosas sucede más a menudo en Japón y especialmente en el manga) y que en Dragon Ball Z torna en algo más trascendental al tener que defender todos los planetas del dominio tiránico de despiadados exterminadores (y no los de las cucarachas del barrio). Lo cierto es que, puestos a analizarlo con perspectiva, la trama de la mayoría de sagas es similar e incluso plana -a excepción quizá de Freezer, Piccolo Sr., los Superguerreros y alguna película-: un doctor malvado, un padre preocupado por el potencial de su hijo… sin apenas fuerza decide crear-tutelar a alguien-algo con un poder inimaginable y muy malas pulgas sin éxito a largo plazo, ya que, indefectiblemente, el creador acaba siendo víctima de su propio monstruo, para dar paso al enfrentamiento final, que es el que cuenta, para que los muchachos resuelvan en el último momento, al borde de sus fuerzas y comandados por Goku -esto sí que es común a todas las historias-, no sin antes deleitar a los fans con un recital de movimientos supersónicos, golpes imposibles, destrucción de bienes inmuebles y bolas de energía que alumbrarían Las Vegas desde el Pleistoceno hasta un futuro muy, muy lejano -“menos mal que no existen estos tipejos”, pensarán los capos de las eléctricas, sin darse cuenta de que, en la mayoría de casos, los tipejos son ellos mismos-. Rompiendo una lanza en favor de Dragon Ball, cabe decir también que pocos de los mangas de la época han resistido bien el paso de los años y otros que marcaron igualmente a la generación noventera y posterior envejeciendo mucho peor todavía, como el caso de Los caballeros del zodíaco (Saint Seiya) u Oliver y Benji (Captain Tsubasa) que, por mucho que apelen a nuestra nostalgia, no resisten un visionado adulto.

...Aunque también hay quien hace bromas.
Tanto el manga como el anime posterior se tradujeron a todas las lenguas conocidas -en Nueva Zelanda hay tribus sin apenas contacto con la civilización pero que intuyen que no conviene enfadar a Vegeta, no digo más- y su trascendencia fue tal que redefinió en buena medida el género (hay pocos mangaka que no tengan las obras de Toriyama como referentes clásicos). No en vano, después de 30 años, sigue bastante fresco y ocasionalmente, aunque algo irregulares, aparecen algunas películas para hacer las delicias de sus jóvenes y no tan jóvenes fans.

Como amenacé la semana pasada, el homenaje a Goku y sus amigos no se podía quedar en un sencillo post, así que la próxima se llenará de curiosidades, guiños, bromas y chascarrillos de Toriyama (que llega a ser genial en muchos momentos), unos conocidos y otros, no tanto, en lo referente a Dragon Ball especialmente, como es natural.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Historia de Japón VI (nihon no rekishi roku, にほんのれきしろく, 日本の歴史六)

La primera mitad del Siglo XX terminó antes de tiempo. Un lustro nada menos. 1945 marcó el final de la II Guerra Mundial y de muchas otras cosas, creando un mundo completamente diferente, con una mentalidad que miraba hacia el futuro con cierta esperanza, en algunos casos impulsada por el Plan Marshall (en España aquello solamente sirvió para dar origen a una fantástica y delirante película pero para nada más).

Una segunda mitad en la que el ser humano crecería exponencialmente, algo que no es nada bueno, pero aquí estamos, qué le vamos a hacer ya…, logrando hitos brillantes como la llegada del hombre a La Luna, El Padrino, Queen o Adriana Lima, si bien en el cómputo general, los hitos negativos, infames, deplorables, superarían con creces a los otros y no faltarían problemas como la Guerra Fría, que llegó a generar situaciones de tensión mundial, al borde de una III Guerra Mundial, además de casi 40 años en Hollywood en los que no hacía falta ser muy listo para saber que el que tenía acento ruso iba a ser el malo de la película, el desastre nuclear de Chernóbil, del que la reciente historia de Japón tiene, tristemente, mucho en común -no por las causas pero sí por las consecuencias, que, al fin y al cabo, es lo que realmente importa-, y otros tantos al comienzo de este Siglo XXI -mención especial para la programación completa de Tele5-, entre otros. 

La cuestión principal es que Estados Unidos con Mc Arthur como embajador con bastante mano izquierda dadas las diferentes tradiciones entre unos y otros y la moral herida de un pueblo esencialmente orgulloso como siempre ha sido el nipón, consiguió que las clases gobernantes y por ende toda la sociedad aceptaran con un poco de azúcar la píldora de la rendición,  consiguiendo poco después, previa modificación constitucional, una rápida recuperación económica que estabilizó la situación en apenas unos pocos años, creando de paso una especie de Síndrome de Estocolmo hacia los estadounidenses, de los que adaptaron algunas costumbres acogiendo también varias bases militares de su ejército. 

La economía resurgió con una potencia inesperada, ayudada especialmente por la organización de los Juegos Olímpicos en la capital en 1964, hecho que motivó un profundo cambio en las infraestructuras y las comunicaciones que perdura hasta hoy y que lo ha convertido en uno de los países pioneros en este aspecto. Si bien es cierto que hubo alguna recesión puntual, la economía basada en la tecnología o la industria del automóvil ha estado casi en todo momento en una situación óptima. 

La población se adaptó a las circunstancias cambiantes con sorprendente facilidad, manteniendo por un lado infinidad de tradiciones y por otro abrazando numerosas influencias del exterior y una industrialización brutal -no son pocos los señores mayores que recuerdan que, donde antes había arrozales y otras tierras de labranza por doquier, ahora únicamente hay barrios residenciales hasta donde alcanza la vista-, mención especial al centro de Tokio, cuyos neones se han convertido en iconos mundiales y no hay turista que no se sienta más identificado con la cultura japonesa en Shibuya que en Itsukushima, lo que es un poco triste, pero una realidad, al fin y al cabo. 

Para terminar, mención especial para el Período Heisei, que comienza a las puertas de los años 90 con un cambio de emperador -a emperador muerto, emperador puesto- y se mantiene hasta hoy, en el que han pasado varias cosas positivas, pero del que se recuerdan esencialmente dos hechos negros, uno por acción humana directa -el atentado en el metro de Tokio con gas sarín, en el que murieron 13 personas, pero que dio la vuelta al mundo- y otro por la acción de la naturaleza y la acción humana indirecta derivada -el terremoto-tsunami de Sendai de 2011 y el posterior desastre nuclear de Fukushima, que dejó miles de muertos y unas terribles consecuencias que, seguramente, estamos lejos de atisbar completamente-. 

Y así, lenta pero inexorablemente la historia se funde con el presente y espera pacientemente a que llegue el futuro para seguir escribiendo nuevas páginas en su enorme libro. 

Y como colofón, un aviso a navegantes: esta semana me habría gustado realizar el post sobre Dragon Ball, con motivo del 30º aniversario de su primera publicación en Japón, pero lo prometido es deuda y había que terminar antes con su historia. Sin embargo, dicha celebración no cae en saco roto y el fin de semana que viene el tema versará sobre Son Goku, sus simpáticos compañeros y el gran Akira Toriyama -según sus dimensiones, puede que incluso sea un post para dos semanas-.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Historia de Japón V (nihon no rekishi go, にほんのれきしご, 日本の歴史五)

El siglo XX comenzó como había acabado el XIX, con Japón echándole el ojo a Corea, que por aquel entonces era “la niña bonita con la que todos querían bailar”. Así se sucedieron las guerras con China y Rusia, donde las tropas se movían de un lado al otro y el territorio que hoy era de uno mañana lo era de otro, como si de una partida de Risk se tratara.

Así como quien no quiere la cosa, entre tanto “sarao” subió al trono el emperador Taisho que debido a múltiples problemas, principalmente de salud, delegó en su hijo Hirohito cuando apenas tenía 20 años. 

Y una vez más, entre tanto cambio de poder interno, aconteció en Europa la I Guerra Mundial  en la que Japón, la más damnificada en la Segunda (aunque Alemania le fuera a la zaga, nada se compara con las dos bombas atómicas), salió muy bien parada, consiguiendo suplantar a Alemania (ironías de la vida) en el ámbito político internacional y más localmente, se quedó con muchas de las islas que los germanos poseían en el Pacífico hasta ese momento. 

Pero Japón no disfrutó en exceso las mieles de sus hazañas bélicas y los años 20 tuvieron poco de felices, especialmente desde el terremoto de Kantō, que arrasó con todo en la región más habitada del archipiélago. Más de 100.000 personas perdieron la vida entre el terremoto, los incendios y los tsunamis consiguientes y el número de heridos y de casas destruidas se multiplicó. Sus consecuencias se siguieron notando durante una década más tarde y eso teniendo en cuenta que el crack de Wall Street en el año 29, que tanto afectó a otros países, no tuvo el mismo calado en Japón, que por aquel entonces se encontraba un tanto al margen de esta problemática. Eso no quiere decir que indirectamente también les afectara, pero ese es otro asunto que no viene al caso.

Sin embargo, los países más poderosos que por una parte agasajaron a los amigos nipones, no estaban por la labor de permitir la escalada sin freno que llevaba Japón y les obligaron a parar la producción de buques de guerra algo que no pareció gustar demasiado a las élites de su sociedad. El partido gobernante con Yosuke Matsuoka a la cabeza tomó posiciones muy críticas con los países que otrora fueran sus aliados y comenzó a alinearse con Italia y Alemania (a eso se le llama “apostar al caballo ganador”, con gran sarcasmo).

Con los mismos barcos y energías renovadas volvieron a enfrentarse a los chinos con numerosas victorias destacadas pero parando justo antes de la II Guerra Mundial, para invadir otras zonas como Indochina, algo que tampoco hizo mucha gracia a los Aliados y lo que, a la postre, sería uno de los clavos de su ataúd.

Alemania se metería donde nadie la llamaba (Polonia) y Mussolini se pavonearía más de la cuenta por el sur de Francia, más o menos como muchos políticos siguen haciendo hoy en día pero en territorio ajeno, comenzando una contienda que continuaría por toda África (por aquel entonces colonial) y Europa durante varios años con idas y venidas de ambos bandos, con los Estados del Eje ganando terreno por doquier hasta que Japón, que seguía a lo suyo en China, firmaba la tregua con Rusia (ocupada en la zona Occidental) y se enemistaba con los americanos que amenazaban con dejarles sin petróleo, por aquel entonces vital para mantener una guerra a gran escala, entró en acción haciendo caer la balanza, pero hacia el lado contrario, ya que, tras el bombardeo de Pearl Harbour (destruyendo más barcos que en el juego hundir la flota por el camino, todo hay que decirlo, aunque no su objetivo principal, los portaaviones que en aquel momento habían salido de maniobras),  los estadounidenses, que se había mantenido como espectadores de excepción mientras todos estaban a palos, decidió que había que ir terminando con la fiesta. De este modo mandó al otro lado de los dos charcos (Atlántico y Pacífico) a los muchachos y ellos de un modo u otro sí que consiguieron lo que no había conseguido nadie, aunque no lo hicieron solos, naturalmente. 

La situación en Europa y su evolución son bien conocidas por aquellos anteriores a la ESO y no vienen al caso, mientras que en Asia los americanos, apoyados esencialmente por los australianos, neozelandeses, canadienses, indios, filipinos -que se dice pronto-, cambiaron las tornas y todas las rápidas y exitosas incursiones que habían realizado los nipones se quedaron en agua de borrajas, aunque no sin plantear batalla con gran fiereza. La situación geográfica además, les era favorable y el sistema de control aliado se retrasó enormemente por estos dos motivos.

A partir del año 43, con los japoneses todavía defendiéndose como gato panza arriba, destacando los shinpū, más conocidos como kamikaze (dios del viento, en su traducción, de lo que hablé en una entrada anterior sobre la historia, que en esencia mantenía alejado a los invasores), empezaron a aparecer tácticas de guerra más que cuestionables pero tremendamente efectivas, como el uso de napalm, cuyo olor a algunos parece que les encanta por la mañana, o el bombardeo masivo, como el sufrido por el gigantesco acorazado Musashi, que necesitó de 19 impactos de torpedo y 17 bombas para acabar reposando en el lecho oceánico o el bombardeo ciudadano -incluida la capital- con bombas incendiarias, creando un cierto pánico entre la población, que son gente calmada incluso en situaciones límite y no acostumbrar a correr como pollos descabezados por cualquier nimiedad como fuego cayendo literalmente del cielo.

No obstante, los padres de estas armas poco éticas pero eficaces como ninguna fueron las dos bombas atómicas de las que se desprendieron Enola Gay y Bockscar, dos Boeing-29 (B-29 para los tiquismiquis, aunque he de confesar que siempre pensé que eran B-52),  sobre los núcleos de Hiroshima y Nagasaki concluyendo con una contienda que en Europa había terminado unos meses antes con el suicidio de Hitler y la toma de Berlín, pero que todavía se resistía en el Pacífico, con una traca final tan enorme, que no se ha olvidado casi 100 años después.

De lo que aconteció después con Japón hasta la nuestros días, procuraré dar buena cuenta la semana que viene.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Juegos de Arcade (ākēdogēmu, アーケードゲーム)



Antes de nada, pedir perdón por la ausencia de post en sábado. Dudo firmemente que haya muchos lectores acérrimos pero en caso de haberlos, me gustaría hacer constar que el impedimento fue técnico, ya que no pude hacer cargar el blog hasta bien entrado en domingo en el que nos encontramos. Acto seguido, paso a meterme en harina. Ya que estamos en domingo, el tema irá en consonancia con algo que los jóvenes solíamos hacer en España con la paga dominical -con parte de ella, al menos, pese a que fuera precaria- hace unos años y que ahora ha desaparecido casi completamente.

En el interior de una nave espacial se produce el esperado primer encuentro con una cultura a alienígena. El aguerrido piloto, tras múltiples peripecias que no vienen al caso, se encuentra finalmente con un grupo de seres a todas luces marcianos, por su vestimenta, su color de piel y otros rasgos de su complexión. Parecen pacíficos, bonachones incluso. Cabría esperar cierto recelo de nuestro protagonista, pero él es así, valiente y por lo visto, tampoco se ha detenido a evaluar los riesgos. Éstos por su parte, le miran con curiosidad y cierta innegable admiración. Para ellos también es la primera vez que tienen algún tipo de contacto del exterior .
Acto seguido y dado que sus intenciones aparentemente no entrañan peligro alguno, procede a comunicarse con ellos por medio de un lenguaje interplanetario.

-¿Quién está al mando?

-El gaaaaaaaaaaaaaaancho.
 
-El gancho es nuestro amo.

-El gancho es quién elige quién se va y quién se queda.

¿Volarle la cabeza a una colegiala? No hay problema: es zombie y es un juego
Así pues y entendido como un ser superior por estos simpáticos y fanáticos personajillos verdes con tres globos oculares por seña característica, de la conocida Toy Story (y secuelas), curiosamente un icono más famoso en la cultura pop japonesa que los propios protagonistas de la misma, el celebérrimo gancho no es sino una de las máquinas que se suceden en todas las recreativas del país, desde las de carreras -con bólidos incorporados- las de lucha, cada vez más perfeccionados y realistas, en las que sus personajes llevan cascándose como si no hubiera mañana desde que apenas eran unos píxeles irreconocibles, las de deportes -tenis, fútbol o béisbol- digitales y analógicas -aquí domina el baloncesto-, o los shooters -las de pistolitas que dicen otros- machacando botones, tirando de gatillo fácil, pisando el acelerador hasta hundirlo o demostrando la pericia en el manejo de objetos sin valor alguno más allá de las puertas automáticas de la entrada en estos lugares de culto para unos y sin valor alguno para otros, pero que procederé a detallar a continuación -al menos, en sus máquinas más destacadas-.
 
Un juego con el que siempre se acaba "a palos"
Las recreativas niponas cuentan con numerosas máquinas desconocidas para los occidentales y otras conocidas pero evolucionadas hasta límites insospechados.

Mientras que en Occidente los videojuegos retro han desaparecido de las salones, cuando no éstos enteros, dejando paso únicamente a los juegos más modernos y avanzados (y pese a ello, son pocas las salas que otorgan beneficios en esta precaria industria), los jóvenes japoneses se siguen dejando algunos pequeños ahorros en darse un capricho tecnológico.

Una de las máquinas típicas es el taiko, un juego en el que se puede ser percusionista por unos instantes, tocando este tambor típico del archipiélago nipón apaleando un cuero que tiene sensores de movimiento debajo. Ofrece opciones diversas, ya sea individual, participativa o Versus (uno contra otro).

Las fotos y la realidad son mera coincidencia
La estrella, no obstante, de las recreativas niponas está especialmente enfocada en las féminas. No es otro que el el fotomatón 2.0, unos cubículos bastante más grandes que sus predecesores, cuya función primera es básicamente la misma -hacer fotos-, pero no la secundaria -que uno no parezca un recluso del Módulo 3 de Guantánamo, si es que lo hay-, porque la máquina concede opciones mil. Eso sí, tras los innumerables retoques permitidos, las niñas parecerán muñecas y los hombres, por muy viriles que sean al entrar, parecerán gaylors desatados al salir. Eso es así.

Muñecos más kawaii, pero el mismo negocio
Tras las fotos, la otra máquina que copa el mayor y mejor espacio es la que ocupa la introducción del post de hoy -al margen de la disculpa inicial-: las máquinas de gancho para recoger objetos -desde peluches hasta consolas de última generación…- de esas que no tocan nunca, pero en las que la gente se empeña en meter la moneda de turno con la esperanza de que se alineen los planetas y consiga algún objeto, sin valor alguno en la mayoría de ocasiones, (más barato que la moneda invertida) o realmente increíble pero tan difícil de conseguir que ni el mismísimo Magneto podría hacerse con él, poniendo todo su empeño en el asunto. Las hay muy diversas aunque el mecanismo es idéntico en todas ellas.

Por lo demás, es entendible para cualquier cráneo previlegiado que, si ellos crean algunos de los mejores videojuegos del mercado internacional, tengan disponibles para deleite de los gamers versiones para recreativas de los mismos (títulos como Mario Kart siguen generando pingües beneficios allí donde se instalan), con gran calidad y diversión asegurada a cambio de un puñado de yenes. Hay un sinfín, asimismo, de juegos tan freaks, que un servidor, en las ocasionales visitas en las que se ha adentrado en este mundillo, no ha entendido nada en absoluto. 

Mario Kart sigue inasequible al desaliento en su feudo
Para terminar, otras máquinas de toda la vida (o casi toda), como los pinballs o el air hockey se mantienen en la pugna por el espacio ya de por sí reducido en un país donde el más mínimo hueco se cotiza a precio de oro, lo cual tiene su mérito.  Por otra parte, es realmente complicado encontrar un billar (ocupa mucho sitio para tan poco beneficio, por lo visto) y todavía más un futbolín, pese al tirón que tiene el deporte rey entre la juventud nipona.

Para aquellos nostálgicos viejunos, es interesante observar que entre los japoneses no existe la misma fauna que existía en los recreativos patrios. Aunque es cierto que siempre existirá un encargado, actualmente todo está fuertemente automatizado y rara vez hace acto de presencia. Por si fuera poco, dista mucho de aquel señor siempre malhumorado de nuestros recuerdos. También existen algunos denominados "cracks" que se manejan como pez en el agua en una o varias máquinas del lugar.  No se encuentran, sin embargo, o en un número tan reducido que apenas cuenta como tal, los mirones, que, en esencia, se dedican únicamente a hacer eso: mirar, en la mayoría de casos por falta de parné (en Japón, quien más, quien menos, tiene para permitirse un vicio), los "chungos" o los "gorrones", que son gente civilizada, en la mayoría de los casos, claro. Por último, en las recreativas españolas hoy desaparecidas, había chicas, pero eran una minoría evidente entre la marea de niños, adolescentes y adultos -aunque jóvenes-. En Japón, la proporción es prácticamente la misma, aunque algunas máquinas siguen teniendo más tirón para un sexo que para el otro, un rol que parece difícil que cambie en un futuro, pero nunca se sabe. 

Por hoy, habrá que colgar el cartel de "Insert Coin". La semana que viene daremos el "Continue" a la Historia del Siglo XX, dividida en dos post, momento tras el cual tocará decirle "Game Over" a dicho tema para pasar a otros que esperan su turno.

sábado, 1 de noviembre de 2014

En Japón todo es Kawaii (nihon dewa subete ga kawaī desu, にほんではすべてがカワイイです, 日本ではすべてがカワイイです)


Un juego de teteras, ollas, etc, la mar de kawaii
En México se celebra el Día de los Muertos, en España el de Todos los Difuntos y en los países anglosajones Halloween. En Japón, una vez más y debido a la poderosa influencia de los norteamericanos, se celebra cada vez con más interés esta festividad en la que ser una bruja de mucho cuidado y sin que sirva de precedente, está bien visto.

Sin embargo, como en el blog vamos por libre -a diferencia de Mónica Naranjo, no tenemos ataduras-, el tema se centrará en lo opuesto al terror y el mundo de ultratumba, así que Jason, Freddy (Krueger, no Mercury, aunque valdría también en el segundo ámbito y como diría Mariló Montero, Q.E.P.D.) y toda esa compañía non grata tendrán que esperar a que llegue su turno otro día. Lo opuesto al terror, al pavor, al pánico es la tranquilidad, la serenidad y en cierto modo, también otros sentimientos como la ternura.


Cuando lo kawaii desborda
Todo hispanohablante medio, que no mediano, que tenga un mínimo contacto con alguien japonés, especialmente si se trata de una fémina, llegará a misma conclusión: antes que konnichiwa, arigatou o ninjitsu, la palabra que brota de los labios de dicha señorita (algún caballero se estila, pero menos) será, con sorprendente insistencia, kawaii.

Kawaii significa, ni más ni menos que lindo, bonito, mono -en inglés es podría traducir como so lovely, so cute…- y tiene tal peso en la cultura pop nipona que existe una clasificación detallada para determinar qué es o no es kawaii, aunque, como es evidente, es un campo amplio y bastante subjetivo y se aplica a una variedad de cosas prácticamente ilimitada.

Kawaii pero subliminal (Decía la canción
"El único fruto del amor, es la banana, es la banana")
Es tal, la importancia que tiene lo kawaii y la sensación de bienestar que provoca entre la comunidad japonesa que se utiliza en televisión, con gran profusión de mascotas de espuma de ojos grandes, colores pastel y formas redondeadas (algo, por lo visto, muy en consonancia con dicho concepto, aunque de nuevo, tiene interpretaciones mil) aunque tengan a una persona sudando dentro, en las tiendas, que venden muñecos y peluches a millones -unisex, porque si la demanda es amplia, la oferta se adapta a la perfección y todos ganan- , pero también en ámbitos que entre los occidentales podrían parecer desconcertantes , como reuniones de negocios -de gente con mucho poder, que esto es el Primer Mundo-, fuerzas del orden (éstos todavía se intuyen como un servicio a la ciudadanía y no contra ella, sirviendo, de este modo, como un refuerzo positivo) o incluso marcas de condones (WTF!).



Hacer algo kawaii conlleva trabajo, sobre todo en pastelería
Como adelantaba, la clasificación es variada, desde los bebés y las mascotas animales (si se trata de cachorritos el nivel se desborda ya por todas partes), la mayoría de juguetes y peluches -hasta aquí todo normal, como en el resto del globo-, pero también otros como las chicas ataviadas de lolita, para algunos y algunos algo bonito, para otros algo desfasado, y par los últimos, que no se andan con chiquitas, o sí -he aquí el quid-, algo como poco erótico y como mucho sórdido, depravado, los ídolos musicales, con una apariencia realmente extraña en infinidad de ocasiones, pero que despiertan la ternura, la admiración e incluso la veneración, esencialmente entre el público juvenil, la moda en general, una vez más, la femenina con mayor profusión, ya que son éstas las que juzgan lo que es o no kawaii y en general cualquier objeto que para los occidentales esté fuera de lugar, desde vallas de obra con ranitas y otros animales de granja -pintados, no reales e insertados en las mismas-, hasta establecimientos completamente rosas y plagados de Hello Kitty por hasta donde alcanza la vista, en todas sus formas, tamaños y variantes, donde aparentemente, Mi pequeño Pony acaba de pasar vomitando arcoíris por doquier, dado el grado de barroquismo en el ambiente, tan asfixiante para la mayoría que se podría incluso mascar pero en el que los japoneses se desenvuelven como un rodaballo en las costas gallegas.

Lo kawaii aparece en Japón donde menos los esperas
En el espectro más alejado y sorprendente, imaginando que el resto de cosas no lo fueran, que suelen serlo, se encuentra lo kimokawaii, que en esencia se trata de lo que da un poco de repulsión, es extraño o feo, pero, siendo tanto, despierta cierta ternura al rebasar el espectro por el lado opuesto. Para entendernos, como sucede con los perros de raza carlino o con Paquirrín.

Que ustedes lo pasen bien, estén donde estén y celebren lo que celebren.