Antes de empezar, aviso a navegantes. El blog de hoy, dado
que estamos en verano, nadie me paga por hacer esto -tampoco conlleva ningún
reconocimiento personal por parte de mis semejantes, salvo contadas excepciones,
bien es cierto que no lo busco-, es más distendido y banal de lo normal (-¿Es
posible que lo sea todavía más? -Nunca digas nunca). Más de uno pensará que sería mejor que me hubiera ido de vacaciones en lugar de escribir sobre ellas. Seguramente tengan razón. Por otra parte y para compensar, no incluyo
fotos.
Dicho esto y a modo de epífrasis, si alguien está dispuesto a editar mis
incongruencias en cualquier formato y me quiere pagar por ello, siempre podemos llegar a un acuerdo y reducir el número de boludeces, aunque hasta un determinado punto, que tampoco es
cuestión de perder el estilo, sea cual sea.
Vamos al asunto.
En el periodo estival los calores suelen acompañar las
diversas jornadas de trabajo, un sol abrasador excepto en Burgos, que el verano
cae en sábado (al menos es en fin de semana), o una lluvia torrencial son cosas
de lo más comunes, mientras que las nevadas no se estilan en demasía. En Japón
la situación es exactamente igual o peor, ya que se trata de veranos
abrasadores y húmedos como pocos, superados, eso sí (al César lo que es del
César) por otros países más tropicales como Tailandia, donde si te encuentras
con una cucaracha, por ejemplo, no huye: te planta cara porque son más grandes
que tú.
Tras esta cantidad de datos inconexos, que no inciertos o
incorrectos, hoy vengo a hablar de las vacaciones: un momento nostálgico para
los mayores, que recuerdan sus días de infancia, cuando los veranos eran veranos
de verdad, feliz para los pequeños (los políticos corruptos a los que todavía
no les han pillado ninguna cuenta en algún paraíso fiscal y tal vez los ricos
honrados, si es que existe alguno), constante para los vagos e impuesto,
negativo, para los parados, y que, en función de la longitud y los posibles con
los que cuente cada uno, será más satisfactoria o menos (como si de otros
menesteres se tratase).
Pudiera ser que decir que los japoneses las tienen más
cortas, pero no tanto como los occidentales creemos, llevaría a confusión,
risas y un sinfín de estupideces, pero recordemos que el tema trata de las
vacaciones y que estamos “entre amigos”.
Los nipones, en la mayoría de casos, cuentan con dos semanas de
vacaciones al año: una en verano y otra en invierno, las conocidas como
natsuyasumi (vacaciones de verano, como la canción de Fórmula V, a mediados de
agosto) y fuyuyasumi (vacaciones de invierno, los días previos y posteriores a
Año Nuevo).
Lo más divertido es que la inmensa mayoría de los
trabajadores tienen las vacaciones a la vez, durante estos días, las mismas dos
semanas al año. Imaginen pues una operación salida y otra retorno con más del
doble de población que en España y todos intentando desplazarse por el
archipiélago o utilizando los aeropuertos. No se echen las manos a la cabeza
todavía.
En España, reinaría el caos desde las 10 de la mañana (son
vacaciones, tampoco es plan de pegarse el madrugón) y no acabaría hasta el Día
del Juicio, seguramente: somos así. En Japón, por suerte, no sucede esto porque
son gente extremadamente organizada y con un sentido de la ciudadanía que
sorprende hasta al más cívico.
No será muy práctico, de todas maneras, ya que la ocupación
hostelera es total y los medios de transportes también suelen cubrir todas las
plazas. Por la ley de la oferta y la demanda y otras leyes de Keynes, Adam
Smith y sus compañeros de “fiesta”, habrá gente que se quede sin pastel, aunque
tenga plato, servilleta y tenedor. Es decir, que habrá gente que se quede en
casa, incluso teniendo yenes, porque está todo lleno hasta la bandera (de Japón,
como es natural). Del mismo modo, los hoteles tendrán menos clientes el resto
del verano y se verán desbordados esa semana crucial, aunque no son más que puras
especulaciones. Los precios, por su parte, también se disparan durante esas
fechas. Los comerciantes son comerciantes, eso no cambiará nunca, ya sea en
Móstoles, Sebastopol, en Pekín o en Japón.
Bien es cierto que el sector servicios que está de cara al
público, a fin de llegar al mayor número de gente posible, descansa en otros
períodos, lo cual podría entenderse como una importante ventaja con respecto al
resto y seguramente lo sea.
Los días festivos,
como contrapartida, son más numerosos que en España y están reservados a
conceptos tan interesantes como la naturaleza o el deporte, aunque también
tienen el día de la Constitución, el día del trabajo o el día del Cumpleaños
del Emperador.
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