domingo, 22 de marzo de 2015

Mascotas de ciudades II (yuru-kyara, ゆるキャラ)

La infancia de millones de niños sería diferente de no existir las macotas de trapo. Si Jim Henson no hubiera creado a la rana Gustavo, la cerdita Peggy, Super Coco o el Monstruo de las galletas (un ser que de pura ansia acababa tirando todas las galletas y no se comía ninguna…: un servidor se ponía malo con este tema, de niño), sin olvidar al conde Drácula que contaba como ninguno o esa pareja con amplias connotaciones llamada Epi y Blas (Bert y Ernie en su versión original), que se supone que eran una naranja y un limón (la voz de Epi en español la puso, nada menos, que el inmortal Jordi Hurtado, durante una etapa al menos, ya que hubo varios dobladores) y el fantástico y surrealista Mana Mana, una de las canciones más pegadizas que se recuerdan y que data, nada más y nada menos que de 1969, aunque con reediciones.

No es por romper la magia, pero todos eran muñecos a los que algún degenerado les metía la mano por donde la espalda pierde su casto nombre. Entre eso y Alf, que era un busto lleno de circuitos, salvo para algunas tomas, en las que un enano se enfundaba el traje de cuerpo entero (el rodaje de esta serie debió ser un auténtico calvario, por lo que contaron años más tarde sus propios actores), fueron pasando los años y nos empezamos a olvidar de marionetas, mascotas de peluche y otras variantes (Yupi empezó a ser el declive, nadie, NADIE quiere hablar de los Teletubbies y los Lunnis que llegaron para la siguiente generación, aunque lo intentaron con esmero, no les llegaban ni a la suela de los zapatos de sus predecesores).

 Las mascotas mostrando sus habilidades: Kumamon Vs. Barysan

Como aparecía la semana pasada, las mascotas en Japón se usan para otras cosas. Despiertan cierta ternura y pueden intentar ser algo educativas, pero no nos engañemos. Lo que manda es el parné, la panoja, la pasta, el poderoso caballero y con él, el marketing asociado, representando a cada ciudad del país, que es para lo que sirven estos simpáticos y coloridos amigos.
Llega a tal punto de fascinación que, desde 2010 se elabora un Grand Prix (iba a decir que nada que ver con lo de España, pero al final, tienen ciertas cosas en común, aunque sin vaquilla) para decidir cuál es la más popular y la que más aptitudes y mejor actitud tiene. Un concurso de popularidad entre hombres y mujeres rodeados de espuma (si no fuera por la polisemia, sería como en una discoteca de Mallorca).

 Qué bien le venía una tila (o doscientas) a Funasshi

Los más destacados del millar de personajes (una auténtica legión) son, sin duda, Kumamon (de la región de Kumamoto, jugando con el nombre que significa oso: kuma),  ganador de la edición 2011 del citado concurso, Funasshī, la hiperactiva y no oficial, aunque dé lo mismo, porque es con diferencia la más popular de todas, mascota de Funabashi (si a estos tipos les hicieran controles antidopping, el que va dentro de Funasshī, daba positivo en todas, casi con seguridad; o eso, o que le den plaza para las próximas olimpiadas, en cualquier categoría, con traje y todo. La mascota en sí tiene forma de pera, o eso nos quieren hacer creer, el producto estrella de este lugar, siendo además un juego de palabras -nashi significa pera en japonés y es la terminación de la mascota para cada frase-), el gatete samurái Hinkonyan, algo así como el Homo Antecessor de todas las mascotas ciudadanas, Barysan, de la ciudad de Imabari, un polluelo (el yakitori o pollo frito es famoso en esta región) con un puente moderno por corona, una toalla como fajín (ya que, oh, sorpresa, las toallas son típicas de dicha región) y un barquito de juguete como clara alusión al puerto mercante así como un diámetro considerable, que lo hace más difícil de volcar que a un carrito de golf en el Grand Theft Auto.
Sanomaru con unas amigas cosplayers


Un poco más lejos del Olimpo de la felpa, ya en unos adosados más modestos para semidioses del mundillo nos encontramos a Sanomaru, mascota oficial de Sano City,  por descontado, también ataviada con las ropas representativas de su lugar de origen (una falda estilo nakama y unas chanclas zori), nuevamente con un casco original: un cuenco de ramen. Así si llueve, o se moja menos, o le da la vuelta y ya tiene para una sopa. Choruru vendría a ser la mascota deportista del grupo (si las Spice Girls tenían una, las mascotas niponas también pueden, claro que sí). Con su pelo verde, su buzo rojo y su camiseta amarilla, nadie diría que se trata de un deportista nato, pero promociona cualquier competición sana y el fair play. Tiene más movilidad que otros de sus semejantes, con formas más humanas, o al menos de cuello para abajo, porque su cabeza, de plástico duro le tiene que dificultar mucho las cosas…

Fuera de concurso, porque estos bichos deberían cumplir ciertos parámetros y hacer que la gente se acercase a ellos en lugar de salir despavorida, está Melon Kuma. De acuerdo, que los osos salvajes son famosos en Hokkaido, pero es que el ser en cuestión tiene dos ojos y un par de filas de dientes que dan miedo (justo al revés que un viaje del Imserso, en lo que a proporción de ojos y dientes se refiere, naturalmente). Por si fuera poco, el sistema de promoción de dicho personaje consiste en intentar morder a la gente. Flaco favor a la isla más septentrional del país (impresionantemente bella por otra parte) El monstruito podría ser objeto de estudio en cualquier facultad de economía y empresariales y, si me apuran, de psicología también, se lo digo yo.

Cosas que no hay que hacer como mascota, por Melon Kuma

Hay un montón, no se vayan a creer que la cosa acaba aquí, pero las citadas son, con mucho las más famosas, mientras que las demás se conforman con apariciones más esporádicas en eventos y televisiones, aunque sean más regionales.

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