La infancia
de millones de niños sería diferente de no existir las macotas de trapo. Si Jim
Henson no hubiera creado a la rana Gustavo, la cerdita Peggy, Super Coco o el
Monstruo de las galletas (un ser que de pura ansia acababa tirando todas las
galletas y no se comía ninguna…: un servidor se ponía malo con este tema, de
niño), sin olvidar al conde Drácula que contaba como ninguno o esa pareja con
amplias connotaciones llamada Epi y Blas (Bert y Ernie en su versión original),
que se supone que eran una naranja y un limón (la voz de Epi en español la
puso, nada menos, que el inmortal Jordi Hurtado, durante una etapa al menos, ya
que hubo varios dobladores) y el fantástico y surrealista Mana Mana, una de las
canciones más pegadizas que se recuerdan y que data, nada más y nada menos que
de 1969, aunque con reediciones.
No es por
romper la magia, pero todos eran muñecos a los que algún degenerado les metía
la mano por donde la espalda pierde su casto nombre. Entre eso y Alf, que era
un busto lleno de circuitos, salvo para algunas tomas, en las que un enano se
enfundaba el traje de cuerpo entero (el rodaje de esta serie debió ser un
auténtico calvario, por lo que contaron años más tarde sus propios actores),
fueron pasando los años y nos empezamos a olvidar de marionetas, mascotas de
peluche y otras variantes (Yupi empezó a ser el declive, nadie, NADIE quiere
hablar de los Teletubbies y los Lunnis que llegaron para la siguiente
generación, aunque lo intentaron con esmero, no les llegaban ni a la suela de
los zapatos de sus predecesores).
Las mascotas mostrando sus habilidades: Kumamon Vs. Barysan
Como
aparecía la semana pasada, las mascotas en Japón se usan para otras cosas.
Despiertan cierta ternura y pueden intentar ser algo educativas, pero no nos
engañemos. Lo que manda es el parné, la panoja, la pasta, el poderoso caballero
y con él, el marketing asociado, representando a cada ciudad del país, que es
para lo que sirven estos simpáticos y coloridos amigos.
Llega a tal
punto de fascinación que, desde 2010 se elabora un Grand Prix (iba a decir que
nada que ver con lo de España, pero al final, tienen ciertas cosas en común,
aunque sin vaquilla) para decidir cuál es la más popular y la que más aptitudes
y mejor actitud tiene. Un concurso de popularidad entre hombres y mujeres
rodeados de espuma (si no fuera por la polisemia, sería como en una discoteca
de Mallorca).
Qué bien le venía una tila (o doscientas) a Funasshi
Los más
destacados del millar de personajes (una auténtica legión) son, sin duda,
Kumamon (de la región de Kumamoto, jugando con el nombre que significa oso: kuma),
ganador de la edición 2011 del citado
concurso, Funasshī, la
hiperactiva y no oficial, aunque dé lo mismo, porque es con diferencia la más
popular de todas, mascota de Funabashi (si a estos tipos les hicieran controles
antidopping, el que va dentro de Funasshī, daba positivo en todas, casi con
seguridad; o eso, o que le den plaza para las próximas olimpiadas, en cualquier
categoría, con traje y todo. La mascota en sí tiene forma de pera, o eso nos
quieren hacer creer, el producto estrella de este lugar, siendo además un juego
de palabras -nashi significa pera en japonés y es la terminación de la mascota para
cada frase-), el gatete samurái Hinkonyan, algo así como el Homo Antecessor de
todas las mascotas ciudadanas, Barysan, de la ciudad de Imabari, un polluelo (el
yakitori o pollo frito es famoso en esta región) con un puente moderno por
corona, una toalla como fajín (ya que, oh, sorpresa, las toallas son típicas de
dicha región) y un barquito de juguete como clara alusión al puerto mercante
así como un diámetro considerable, que lo hace más difícil de volcar que a un
carrito de golf en el Grand Theft Auto.
Sanomaru con unas amigas cosplayers |
Un poco más lejos del Olimpo de la felpa, ya
en unos adosados más modestos para semidioses del mundillo nos encontramos a Sanomaru,
mascota oficial de Sano City, por
descontado, también ataviada con las ropas representativas de su lugar de
origen (una falda estilo nakama y unas chanclas zori), nuevamente con un casco original:
un cuenco de ramen. Así si llueve, o se moja menos, o le da la vuelta y ya
tiene para una sopa. Choruru vendría a ser la mascota deportista del grupo (si
las Spice Girls tenían una, las mascotas niponas también pueden, claro que sí).
Con su pelo verde, su buzo rojo y su camiseta amarilla, nadie diría que se
trata de un deportista nato, pero promociona cualquier competición sana y el
fair play. Tiene más movilidad que otros de sus semejantes, con formas más
humanas, o al menos de cuello para abajo, porque su cabeza, de plástico duro le
tiene que dificultar mucho las cosas…
Fuera de
concurso, porque estos bichos deberían cumplir ciertos parámetros y hacer que
la gente se acercase a ellos en lugar de salir despavorida, está Melon Kuma. De
acuerdo, que los osos salvajes son famosos en Hokkaido, pero es que el ser en
cuestión tiene dos ojos y un par de filas de dientes que dan miedo (justo al
revés que un viaje del Imserso, en lo que a proporción de ojos y dientes se
refiere, naturalmente). Por si fuera poco, el sistema de promoción de dicho
personaje consiste en intentar morder a la gente. Flaco favor a la isla más
septentrional del país (impresionantemente bella por otra parte) El monstruito podría ser objeto de
estudio en cualquier facultad de economía y empresariales y, si me apuran, de
psicología también, se lo digo yo.
Cosas que no hay que hacer como mascota, por Melon Kuma
Hay un montón, no se vayan a creer que la cosa acaba aquí, pero las citadas son, con mucho las más famosas, mientras que las demás se conforman con apariciones más esporádicas en eventos y televisiones, aunque sean más regionales.
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