sábado, 7 de marzo de 2015

Katsushita Hokusai (katsushita hokusai, かつしたほくさい, 葛飾 北斎)

Retrato del artista con pose viril
El período Edo, o de la Dinastía Tokugawa, trajo consigo numerosos cambios al estilo de vida nipón, como ya se escribió en su día en la historia de Japón, en este mismo blog, así como en otras páginas, más fiables, mejor escritas y con más ilustraciones, pero qué se le va a hacer, uno hace lo que puede. Lo dicho. Pese a tratarse de un lapso temporal de 200 años, fue un momento complejo pero de gran actividad cultural, en el que algunos de los mejores artistas del país se dieron cita para mostrar al mundo de lo que eran capaces y dejar constancia de su técnica, su ingenio y su buen hacer.

Uno de los más destacados y actualmente mejor reconocidos a nivel internacional, tanto por la crítica como por el público es Katsushika Hokusai, un hombre estrafalario como alguno de los artistas más famosos de todos los tiempos -un dato para hacernos una idea: está documentado que tras dar rienda suelta a su creatividad en su casa-estudio, se mudaba a otra por no limpiarla y así sucesivamente en más de 90 ocasiones-.

El kabuki le sirvió de inspiración. Después sería el Fuji
Sus obras giraron fundamentalmente en torno a la naturaleza, con el monte Fuji como gran protagonista (también se ha comentado en su momento), en obras seriadas como Treinta y seis vistas del monte Fuji y, como no le pareció, por lo visto, suficiente, Cien vistas del monte Fuji -con la Gran ola de Kanagawa como máximo exponente pictórico de toda su extensa producción-. Vivió hasta casi los 90 años de edad y rara vez se mantuvo ocioso, de ahí su extensa obra.

Con una educación esmerada a cargo de un artesano de Edo, que lo adoptó desde su infancia así como  por otro artesano -grabador esta vez- durante su adolescencia, Hokusai aprendió el oficio con maestría y lo pulió con otros importantes expertos de la época, convirtiéndose, incluso desde sus primeras obras que representaban a actores de kabuki (tema en el que profundizaré más pronto que tarde), con el paso de los años, en el referente nipón que serviría de influencia en la generación de artistas franceses (al menos la mayoría) que cambiarían la concepción del arte tal y como lo conocemos actualmente: los impresionistas y postimpresionistas.

O-ei, hija del artista, gran conocedora de la "luz de candilejas"
Todo lo que realizaba se convertía en arte y no en vano, una de sus hijas (O-ei la llamaban a la hora de comer) fruto de su primer matrimonio pasó a la historia del país como “la Rembrandt de Oriente” gracias a los potentes claroscuros de su producción, más reducida que la de su padre (apenas una escasa decena de pinturas), pero altamente recomendable. Ella fue la única que le cuidó en los últimos años de su vida y la que, como supondrán, se mudaba con él cada vez que había que hacer limpieza general en casa, dejando a las cucarachas en casa solas, pero con unas dotes artísticas que para mí las quisiera (algo se les pegaría, además de la mugre).

Una mezcla de dos obras incombustibles
Las xilografías (grabado con planchas de madera) de Hokusai abarcaron todos los temas imaginables y las técnicas conocidas hasta entonces, especializándose, no obstante en la ilustración de libros de diversa ralea, lo que le proporcionó una fama espectacular y un nada desdeñable número de alumnos y de adeptos, mientras que seguía pintando otros formatos llegando, en una ocasión a ser llamado por el shogun para realizar una demostración pública.

Tras las diversas muertes de varios miembros de su familia, duros reveses para cualquiera, dichos acontecimientos modificaron la perspectiva vital de Hokusai lo que influyó indefectiblemente en el estilo de su última etapa.

Él había sido conocido por su gran sentido del humor y su no poca picardía, con fuerte carga erótica en muchas ocasiones -parece que la obsesión con los tentáculos les viene a los japoneses de hace mucho tiempo, lo que se entiende tras ver “El sueño de la esposa del pescador”-, cambió notablemente, aunque sin perder la vitalidad que siempre le caracterizó.

Y un día, como casi siempre pasa, sin que se la espere, le visitó la parca, lo que trastocó sus planes, ya que quería vivir algo más (otros veinte años) para perfeccionar su técnica hasta estar contento con ella. No pudo ser, pero legó finalmente más de treinta mil obras (la inmensa mayoría grabados).

Y se murió.

No hay comentarios:

Publicar un comentario