sábado, 4 de octubre de 2014

Joe Hisaishi (hisaishi jō, ひさいしじょう, 久石 譲 )

Conviene hacer un alto en el camino y dejar la historia para otro momento porque tanto hablar de lo mismo se puede hacer muy denso y repetitivo, por muchos toques de humor, chascarrillos y otras tonterías que un servidor trate de incluir en numerosas ocasiones.

El cambio de tercio no lo es tanto dado que la idea es centrarse en una reseña biográfica, pero incluyendo música. Mucha música.

Japón actualmente tiene mucho ritmo. No es falso el mito de que prácticamente todos los estudiantes saben tocar algún instrumento musical, ya que si no lo aprenden en clase de música desde jovencitos (dejando la flauta dulce de lado rápidamente), lo estudian en clases extraescolares o en conservatorios y un número significativo participa algún recital en uno u otro momento de su formación. Tampoco sucede con todos los alumnos, naturalmente.

El director retratado con las creaciones de Miyazaki
Parece curioso o cuando menos llamativo que en un país en el que las notas se “maman” desde jóvenes apenas exporte música más allá de sus fronteras. 

Bien es cierto que el idioma, al que prestaré especial atención muy pronto en el blog, supone un óbice lo suficientemente grande para que triunfe profusamente, pero ahí están Rammstein, con su potente alemán o Carla Bruni que quelqu'un m'a dit que canta en francés o recientemente el fenómeno Stromae, por ejemplo, todos ellos con estilos completamente distintos e idiomas relativamente minoritarios -aunque, bien es cierto, más próximos para los españoles- y tienen su público. Y resulta todavía más desconcertante que sus buques insignias sean el J-Pop y el J-Rock (pop y rock japonés, respectivamente), los dos estilos musicales más internacionales sean algo nunca oído en Occidente.

Eso no quiere decir que no haya nadie japonés en el panorama musical. Steve Aoki (estadounidense de nacimiento pero de ascendencia absolutamente nipona)  es uno de los más afamados DJ’s del mundo con presencia en multitud de festivales y clubs de todo el mundo. Kyary Pyamyu Pyamyu por su parte, con sus estridencias (la Lady Gaga asiática le dicen), tiene cada vez más fieles seguidores en Europa y Norteamérica (desconozco si en Sudamérica tiene alguna trascendencia, lo siento), pero para hablar de 120 millones, no parece especialmente significativo. También es verdad que alguien pensará: “Pues más son en China y no conozco más música suya que la que me ponen de fondo en los restaurantes” o “En la India son un montón también y salvo por las películas de Bollywood no he escuchado nada”. Puede que sea cierto, sí, pero es que aquí se habla de Japón exclusivamente. Los de otras latitudes que se vayan con la música a otra parte…

Los japoneses, dejando al margen el idioma, tienden a hacer cosas -tanto en la música como fuera de ella- por y para ellos, y al que le guste bien y al que no que arree, que ancha es Castilla. Incluso en sus productos más internacionales y sus marcas más conocidas, imprimen un carácter fácilmente reconocible y único, como sólo en su país se podría hacer. Esto puede ser fantástico o no, claro está. De cada persona depende juzgarlo.
Como director, aporta su toque especial en sus obras
Dejando pues todo este preámbulo que es más largo que el tema en sí, es menester hablar sobre el genial y prolífico compositor y director de orquesta Joe Hisashi, responsable de un amplio centenar de bandas sonoras en películas entre las que figuran la filmografía completa del ya mencionado en numerosas ocasiones Hayao Miyazaki (formando un tándem sin parangón en el cine asiático) del mismo modo que para un sinfín de películas de Takeshi Kitano (otro viejo conocido), aunque sus obras sin relación alguna con estos dos “monstruos” del celuloide son igualmente encomiables y su labor como director igualmente digna de todos los elogios posibles.

Pese a la sensibilidad demostrada en sus piezas, que ora nos sumergen de lleno en parajes de ensueño, ora en escenas de acción desbordante con gran acierto en todo momento, el bueno de Hisahi, llamado realmente Mamoru Fujisawa, debe su nombre artístico a otro compositor, en este caso americano: el también reputado Quincy Jones (su nombre artístico es fruto de un juego de palabras, ya que el kanji hisa de su nombre Hisashi también se puede pronunciar como Kyuu. Unan ahora kyuu + shi + joe y les saldrá algo parecido al ídolo del nipón). Un cachondo, vamos.

Pero, como buen músico y si una imagen vale más que mil palabras, previsiblemente una canción evocará más de mil imágenes, lo mejor es juzgar con su propia música escuchándola así que dejo tres grandes temas, el último de ellos directamente un concierto en el que dirige e interpreta las canciones que él mismo ha compuesto para que sean ustedes mismo los que juzguen.

Visualmente fantástica, la música tenía que ser, como poco, igual de buena

 Uno de los temas centrales de La princesa Mononoke

 Para concluir por hoy, el concierto con motivo del vigésimo quinto aniversario de Ghibli

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