sábado, 28 de junio de 2014

Visitando Yokohama (よこはま, 横浜)



Querido lector. Ahora leerá mi blog. 

Mi post semanal le ayudará y le llevará más al interior de Japón. Cada frase que lea, con cada palabra y cada número, entrará en un estado más abierto, expectante y receptivo.

Ahora voy a contar de uno hasta diez. Cuando llegue a diez, estará en Japón.

Uno.- Céntrese en su respiración.

Dos.- Salga de uno de los baños públicos que se encuentran en la estación de Shibuya. 

Tres.- Séquese antes las manos con los pañuelos que le habrá regalado cerca del emblemático paso de cebra una muchacha ataviada con algún traje histriónico mezcla de lolita, personaje de manga y chicle de fresa. 

Cuatro.- Diríjase a una de las múltiples líneas de tren que le llevarán a otro destino y móntese, si consigue aclararse, entre los kanjis y el tumulto -seguramente, si es usted de provincias, o incluso siendo de una gran urbe, difícilmente habrá visto a tanta gente junta en su vida- haciendo la cola previa correspondiente. 

Cinco.-Monte en el tren, tratando, en función de su pericia, su rapidez y, dicho sea de paso, que no haya alguien que necesite el asiento, y siéntese en uno de los bancos corridos.

Seis.- Mire constantemente los carteles haciendo todavía más patente que usted no pertenece a estas latitudes, pese a que este hecho sea a todas luces evidente. 

Siete.- Ha escogido la opción correcta, ya que si no, vaya Dios a saber dónde puede acabar. 

Ocho.-Relájese. Se lo ha ganado. Dispone de media hora, aproximadamente, para leer o echar una cabezada. Nota las manos y los dedos más calientes y pesadas. El calor se extiende por todo su cuerpo. Su respiración se vuelve acompasada y sus ojos se cierran lentamente entre el leve murmullo de la multitud que se agolpa a su alrededor.
 
Nueve.- Despiértese. Acaba de llegar a Yokohama.

Cuando cuente diez, mentalmente estará en Yokohama. Esté allí al contar diez. 

Digo, diez...

“Olvídalo, Jake, esto es Chinatown”
Esta extraña introducción no es otra que un pequeño homenaje a una fantástica película y más concretamente a su cautivador y magnético comienzo, tratando de paso, de unir temas, con las entradas anteriores de este mes en el blog -. Al lector interesado le dejo que adivine de qué film se trata (especialmente si se encuentra en el Viejo Continente, guiño, guiño).

Y es que no todo Japón es Tokio, ni mucho menos. Sin ir muy lejos de la capital, a poco más de 20 kilómetros se encuentra Yokohama, una ciudad que, pese a ser la eterna segundona en todos los bailes, ronda los 4 millones de habitantes y cuenta con bastantes cosas que ver.  Puede que si el turista/visitante no dispone de mucho tiempo, prefiera centrarse en otros puntos más famosos, pero de no ser así y teniendo tiempo suficiente, la experiencia altamente satisfactoria.

El Hikawamaru, atracado en el puerto. Visitable en su interior
No es tan moderna ni tan puntera como Tokio, eso es evidente. No tiene el atractivo turístico de Kioto, también es cierto. Ni el morbo de Hiroshima. Ni el ambiente de ensoñación de Fukuoka, el entorno paradisíaco de Okinawa o las montañas nevadas de Hokkaido. Sin embargo, la ciudad que da nombre a las famosas llantas, tiene mucho que enseñar.

El que otrora fuera un pequeño puerto pesquero, pasó, como quien no quiere la cosa, a convertirse en uno de los puertos más destacados del mundo, gracias, en un principio al negocio de exportación de la seda y posteriormente al resto de industrias potentes de la prefectura de Kanagawa, que en los últimos años, aspira seriamente a rivalizar con la mismísima capital.

Pagoda en Sankeien, al atardecer
El comercio exterior atrajo a los vecinos occidentales y no tardó en crearse, próximo al puerto, el barrio chino o Chinatown más grande de todo Japón, con la diversidad que suele aportar dicho colectivo.

La zona más turística y al mismo tiempo financiera de Yokohama, conocida como Minato Mirai o también Sakuragicho, cuenta con uno de los edificios más altos de todo el país (supuestamente, dejando al margen las torres de comunicaciones tokiotas, sería el más alto hasta la fecha, aunque es un galardón que suele durar más bien poco): Landmark Tower, con una cafetería-mirador de 360º en su piso superior.

Ahora bien, no todo es progreso y desarrollo en Yokohama.

También se permite el lujo de mirar atrás, al pasado.


Un templo menor pero igualmente impresionante
Tanto es así que la tradición está muy presente en otros puntos de su geografía tales como Kamakura, con una interesante aglomeración de templos, donde no faltan tampoco enormes esculturas dedicadas a Buda (ya que los anteriormente citados son de dos tipos, budistas y sintoístas) o el parque de Sankeien, que perteneció a un acaudalado comerciante de seda -hoy en día perfectamente visitable-, el cual, lejos de conformarse con disfrutar de la naturaleza y la quietud propia del lugar, no estuvo quieto ni un instante y mandó erigir varias casas representativas de algunas de las prefecturas más destacadas de Japón, a modo de testimonio etnográfico y arquitectónico impagable.

Por lo demás, es una ciudad muy grande y muy próxima a Tokio, por lo que las posibilidades laborales, comerciales y de cualquier otra índole se multiplican.

En próximas ediciones realizaré un comentario pormenorizado de las dos rutas turísticas (la moderna y la tradicional). 

Tengan paciencia y sean buenos (o no).

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