Estructura básica del expositor de muñecas |
Si el tercero de febrero hablaba de una tradición nipona
como el Setsubun (apenas unos artículos atrás, si alguien está interesado), el tercero de marzo viene cargadito de
tradiciones, para no ser menos que su predecesor.
Que los japoneses tienen muchos muñecos es bien sabido
allende los mares. No hay serie de manga de la que no hayan hecho auténticas
pléyades de muñequitos de todos los materiales y tamaños, en todas las
posiciones y con todas las vestimentas posibles, dejando a Barbie, a los ya
clásicos y patrios Geyperman o algo más recientemente a los Action Man a la altura del betún.
Algo más desconocida puede parecer la tradición por ciertas
muñecas para su exposición en el festival homónimo que las niñas reciben al poco de nacer (aquí hay un lapso
temporal permitido desde el nacimiento hasta el 3 de marzo para comprarlas y
dárselas al churumbel en cuestión, que se enterará entre poco y nada, más
tirando a lo segundo, hasta pasados unos años), pero que goza de una larga
tradición entre los nipones.
La pareja imperial siempre va en la cúspide |
El origen de esta práctica, como unas cuantas por estos
lares, se remonta a China -al fin y al cabo, son muchos más y el país es mucho
más grande, por lo que la influencia, en ocasiones, es innegable e inevitable-
y ya en la antigüedad en el país que nos legó a Mao, la mitad de la
contaminación mundial y el arroz tres delicias, creían que los malos espíritus
preferían morar en el cuerpo de estas muñecas dejando vivir tranquilas a sus
dueñas, como un pararrayos del mal fario, que además luce bonito en casa.
En barquitos, de papel y echadas al río: así empezó todo |
En un principio las muñecas eran de papel -la papiroflexia
es algo inherente también para los japoneses, no en vano la palabra origami es tan internacional como karaoke o sushi-, pero la cosa se complicó y ahora
se realizan en materiales de gran calidad, especialmente los kimonos que las
visten.
Su función, además de decorativa, que no es poco, consiste en proteger
a las niñas de enfermedades y otros males que pudieran acontecer a lo largo de
su infancia y juventud, para que crezcan sanas y perpetúen la tradición por medio de sus hijas y así sucesivamente.
Estructuras sin nada que envidiar a Calder |
Las muñecas se posicionan escalonadamente: las más
importantes arriba, las menos abajo, como ha sido siempre en todas las culturas,
pasando desde la pareja imperial en la parte superior hasta los “currelas” en el quinto escalón, estando los dos últimos, opcionales, destinados a objetos varios.
La estructura puede variar en función de la calidad de las muñecas, su tamaño
o el dinero que invierta la familia en ellas, ya que su precio puede ser algo prohibitivo. Puede suceder que las niñas sólo cuenten con la pareja imperial o el segundo piso añadido con las tres mujeres cortesanas pero lo normal es que estos expositores consten de
entre 5 y 7 escalones. Como esta gente no es de dejar nada al azar, todos los
símbolos que se colocan junto a las muñecas tienen un significado especial como
el Hishimochi, un tipo de pastel tricolor (rosa, blanco y verde, estrictamente
en este orden, que también son gente muy rígida con las tradiciones, aludiendo
a la salud, la pureza y la vida respectivamente).
En ocasiones ocupan habitaciones enteras: espectacular |
Este despliegue se prepara con tiempo -se lleva a cabo cada
año a mediados de febrero-, pero se recoge rápidamente acabada la ceremonia -el
4 de marzo- ya que la superstición dice que de no hacerlo con celeridad, la
niña podría quedarse soltera o tardar en contraer matrimonio más de la cuenta.
En los templos -y hoy en día en casi cualquier otro lugar,
como centros comerciales, otra clase de templo para algunos- también se colocan
las muñecas en despliegues realmente espectaculares -algo así como el belén casero
y los de otros lugares, salvando las distancias-, ocupando habitaciones enteras,
alejadas del clásico rincón en la salita de casa.
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