sábado, 1 de marzo de 2014

Tradiciones II: Festival de las muñecas (hinamatsuri, ひなまつり, 雛祭り)



Estructura básica del expositor de muñecas
Si el tercero de febrero hablaba de una tradición nipona como el Setsubun (apenas unos artículos atrás, si alguien está interesado), el tercero de marzo viene cargadito de tradiciones, para no ser menos que su predecesor.

Que los japoneses tienen muchos muñecos es bien sabido allende los mares. No hay serie de manga de la que no hayan hecho auténticas pléyades de muñequitos de todos los materiales y tamaños, en todas las posiciones y con todas las vestimentas posibles, dejando a Barbie, a los ya clásicos y patrios Geyperman o algo más recientemente a los Action Man a la altura del betún.

Algo más desconocida puede parecer la tradición por ciertas muñecas para su exposición en el festival homónimo que las niñas reciben al poco de nacer (aquí hay un lapso temporal permitido desde el nacimiento hasta el 3 de marzo para comprarlas y dárselas al churumbel en cuestión, que se enterará entre poco y nada, más tirando a lo segundo, hasta pasados unos años), pero que goza de una larga tradición entre los nipones.

La pareja imperial siempre va en la cúspide
El origen de esta práctica, como unas cuantas por estos lares, se remonta a China -al fin y al cabo, son muchos más y el país es mucho más grande, por lo que la influencia, en ocasiones, es innegable e inevitable- y ya en la antigüedad en el país que nos legó a Mao, la mitad de la contaminación mundial y el arroz tres delicias, creían que los malos espíritus preferían morar en el cuerpo de estas muñecas dejando vivir tranquilas a sus dueñas, como un pararrayos del mal fario, que además luce bonito en casa.

En barquitos, de papel y echadas al río: así empezó todo
En un principio las muñecas eran de papel -la papiroflexia es algo inherente también para los japoneses, no en vano la palabra origami es tan internacional como karaoke o sushi-, pero la cosa se complicó y ahora se realizan en materiales de gran calidad, especialmente los kimonos que las visten. 

Su función, además de decorativa, que no es poco, consiste en proteger a las niñas de enfermedades y otros males que pudieran acontecer a lo largo de su infancia y juventud, para que crezcan sanas y perpetúen la tradición por medio de sus hijas y así sucesivamente.

Estructuras sin nada que envidiar a Calder
Las muñecas se posicionan escalonadamente: las más importantes arriba, las menos abajo, como ha sido siempre en todas las culturas, pasando desde la pareja imperial en la parte superior hasta los “currelas” en el quinto escalón, estando los dos últimos, opcionales, destinados a objetos varios. 

La estructura puede variar en función de la calidad de las muñecas, su tamaño o el dinero que invierta la familia en ellas, ya que su precio puede ser algo prohibitivo. Puede suceder que las niñas sólo cuenten con la pareja imperial o el segundo piso añadido con las tres mujeres cortesanas pero lo normal es que estos expositores consten de entre 5 y 7 escalones. Como esta gente no es de dejar nada al azar, todos los símbolos que se colocan junto a las muñecas tienen un significado especial como el Hishimochi, un tipo de pastel tricolor (rosa, blanco y verde, estrictamente en este orden, que también son gente muy rígida con las tradiciones, aludiendo a la salud, la pureza y la vida respectivamente).

En ocasiones ocupan habitaciones enteras: espectacular
Este despliegue se prepara con tiempo -se lleva a cabo cada año a mediados de febrero-, pero se recoge rápidamente acabada la ceremonia -el 4 de marzo- ya que la superstición dice que de no hacerlo con celeridad, la niña podría quedarse soltera o tardar en contraer matrimonio más de la cuenta.

En los templos -y hoy en día en casi cualquier otro lugar, como centros comerciales, otra clase de templo para algunos- también se colocan las muñecas en despliegues realmente espectaculares -algo así como el belén casero y los de otros lugares, salvando las distancias-, ocupando habitaciones enteras, alejadas del clásico rincón en la salita de casa.

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