Caramba,
ayer fue 20 de febrero, día internacional del gato, vamos a escribir algo sobre
los mininos y su percepción en Japón. Ah, no, que eso ya lo hice. Pues entonces
¿Qué tal si hablo sobre otras mascotas?... Nah, eso también está hecho. ¿Qué
hacer pues? Este asunto se me está haciendo cuesta arriba como una montaña… ¡Un
momento! ¡Ya está!
Al margen de
las conversaciones ficticias de frenopático de un servidor, los años que no
perdonan y el atontamiento por las jornadas de trabajo maratonianas, el tema
surge antes o después en este proceso, que de creativo tiene poco pero sí mucho
de recreativo.
Una de las obras maestras de Hokusai |
No soy de hacer fotos en el avión, pero con estas vistas... |
Para infinidad
de culturas las montañas han poseído siempre un carácter sagrado: enormes, imponentes,
llenas de peligros, copiadas en todos los rincones del mundo, ya sea en
pirámides (desde la América precolombina hasta Egipto) o zigurats y otras
tantas construcciones posteriores, se entendían siempre como morada de los
dioses y objeto de veneración. El monte Fuji ha mantenido, con el paso de los
siglos y la evolución humana (involución para algunos), cierto misticismo y sin
duda, la admiración por parte de lugareños y turistas.
La orografía
nipona por su parte es bastante agradecida y permite que, sin demasiado
esfuerzo y siempre que el clima acompañe, el Fuji se alce majestuoso desde
numerosos puntos del centro y sur del país.
Diamond Fuji, un espectáculo al alcance de pocos afortunados |
El monte visto desde las montañas adyacentes de Hakone |
No hay que
olvidar, como adelanté al principio, que el monte Fuji es un volcán activo.
Bien es cierto que el riesgo de erupción es muy bajo, pero, especialmente a
raíz del último incidente del país de esta índole (a finales de 2014), las
simulaciones sobre sus consecuencias en el núcleo urbano más grande del mundo
(Tokio y Yokohama), se han sucedido en todas las televisiones del país y la
conclusión es bastante clara: no sería demasiado preocupante por el riesgo
mortal en esta zona (aunque sí en las cercanías), pero la nube de sedimentos
dejaría ambas ciudades sumidas en un caos muy difícil de resolver a corto
plazo. Si consideramos que, seguramente, este suceso vendría acompañado de
seísmos, redondeamos la situación.
La verdad es
que, mientras que los terremotos se suceden con mayor o menor fuerza durante
todo el año por toda la isla, las erupciones acontecen en muy contadas
ocasiones - así que la posibilidad de que algo así suceda, al menos a corto
plazo, es realmente baja. Claro que… si a los políticos españoles les toca una
vez tras otra la lotería, desafiando a las leyes (o bien de la probabilidad o
de las otras, aunque más bien parece lo segundo), nunca se puede decir nunca
jamás…
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