sábado, 13 de diciembre de 2014

Preguntas y respuestas (shitsumon to kaitō, しつもんと かいとう,質問と回答)

En uno de mis numerosos viajes por la piel de toro, recalé en Barcelona con mi mujer, japonesa ella. Allí pasamos unos días maravillosos, incluso en pleno invierno, recorriendo la ciudad. Después de una deliciosa cena con unos amigos regresamos al hotel en el que nos alojábamos. Tras las abluciones de rigor nos encontramos en la cama y un servidor, que tampoco es que encienda mucho la televisión, decidió sin embargo hacer un poco de zapping antes de dormir. Francamente, no había advertido que era viernes  -con el cansancio, bastante tenía con saber dónde me echaba a descansar- pero apareció, sin esperarlo, una escena de cine X en la pantalla, ante mi indiferencia y la estupefacción de mi mujer. 

No obstante, su mayor consternación no era el hecho carnal per se, que así visto, cada cual es libre de grabarse manteniendo relaciones sexuales con quien quiera y más o menos como quiera (otra cosa es que luego lo emitan). De ello vive mucha gente en Internet y en la industria. No. ¡Lo sorprendente era que se les viera todo! Incluso estando desnudos.

Yo no me considero ni mucho menos un mojigato, pero reconozco que en aquel momento no estaba al tanto de las normas de pudor y censura que imperan en Japón que no permiten mostrar los genitales delante de una cámara, ni siquiera en una película pornográfica. Tras su explicación, el que estaba estupefacto era yo. Ni que decir tiene que ello conllevo un acalorado (no va por donde ustedes se piensan, que siempre estamos a la que salta) debate, con preguntas del tipo:

¿Qué sentido tiene la pornografía si al final te van a tapar lo que la gente quiere ver? Para eso hay otros géneros...

Tampoco es que la discusión llegase a ningún término concreto ni a ninguna conclusión razonable -como la inmensa mayoría de las que suceden en pareja- y cada uno se durmió pensando que tenía más razón que un santo que tuviera mucha y que el otro debía de venir de una galaxia muy, muy lejana. Y como suele suceder también con muchas parejas, la cosa estaba olvidada por la mañana, sin ningún rencor, que si no, no hay quien viva.

La cuestión es que, del mismo modo que les puede suceder a los nipones cuando se "acercan" a España o a otro país, como esta pregunta, surgen un ciento, por no decir un millar durante una breve visita a Japón y no digamos si uno, además, se queda a vivir, porque entonces se multiplican exponencialmente. Somos diferentes y eso puede resultar interesante, exótico, atrayente, pero también genera cierta confusión en no pocas ocasiones. Veamos algún ejemplo de esa larga lista:

¿Por qué los japoneses se descalzan al entrar en casa/en la inmensa mayoría de los edificios/establecimientos/templos? Las causas son diversas aunque todas ellas entroncan con el sentir nipón. La respuesta más corta es por higiene/limpieza (la suciedad de la calle se queda en el recibidor, habilitado a tal efecto, y más teniendo en cuenta que en muchas casas todavía se usan suelos de tatami costando menos mantener limpia la casa) y por respeto (hay cierta ceremonia innegable asociada al hecho de descalzarse antes de entrar en una casa ajena o un templo, como un tipo de sumisión aunque relativamente sutil; no es, ni mucho menos la única cultura que lo aplica: ahí están los musulmanes en las mezquitas). Esto conlleva algunas ventajas, siendo las más representativas la limpieza y el silencio y un sinfín de desventajas como la cantidad de tiempo empleado en calzarse y descalzarse cada vez (como se olvide de algo al salir de casa lo recordará) y el frío en los meses de invierno, ya que, como es sabido, por los pies se pierde una gran cantidad de calor, especialmente si no se cubren y se mantienen en contacto con suelos también fríos.

¿Por qué los japoneses están tan delgados? En primer lugar, cabe decir que hay japoneses gordos y rollizos como en cualquier otro país. Tiempo atrás hablé de un Falete japonés que no es, lo que se dice delgado y tampoco es el único. Sin embargo, el porcentaje de personas con “barriguita”, caderas generosas y otras carnes flácidas es muy inferior al de otros muchos países, eso es innegable. La razón básica, como es natural, se encuentra en los hábitos alimenticios. Los japoneses, por norma general, comen menos carne y no digamos postres (prácticamente inexistentes en muchos restaurantes, aunque con la comida rápida emergiendo, los donuts y el resto de bollería se han implantado rápidamente, amenazando con acabar con estas costumbres y, ya puestos, con las tallas pequeñas). Muchos de sus alimentos básicos son realmente saludables, así que no sorprende que, además, tengan la esperanza de vida más larga de todo el globo. Su ritmo vital, ciertamente estresante en muchos casos, por su parte, contribuye a mantener las formas, mejor que muchos gimnasios, algo que un número nada desdeñable de ciudadanos visita con frecuencia, incluida la población jubilada, algo ciertamente loable.

¿Por qué los japoneses son tan confiados? Está en su naturaleza. Probablemente a los españoles, latinos y europeos en general nos sorprenda este hecho, pero en Japón a veces se dejan productos en la calle, en pequeños puestos sin vigilancia y la gente los coge previo pago. Ese dinero queda también en la calle sin que nadie robe nada y al final, el encargado recoge todo sin que haya fraude ni problema alguno. Esto, por descontado, no es más que un ejemplo de las múltiples situaciones, lo que no quiere decir que sea todo jauja, que todos los japoneses sean maravillosos y que no tengan seguridad y cámaras en cada rincón, de todo hay, como en botica, pero, una vez más, en menor medida y se suele castigar con dureza cualquier mal hábito, para que no se reproduzca. Los problemas aparecen cuando son ellos los que nos visitan. No son pocos los que han sufrido robos y otras situaciones embarazosas por parte de algunos “listos”, especialmente en las grandes ciudades.

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