Querido
lector. Ahora leerá mi blog.
Mi post semanal le ayudará y le llevará más al
interior de Japón. Cada frase que lea, con cada palabra y cada número, entrará
en un estado más abierto, expectante y receptivo.
Ahora
voy a contar de uno hasta diez. Cuando llegue a diez, estará en Japón.
Uno.-
Céntrese en su respiración.
Dos.-
Salga de uno de los baños públicos que se encuentran en la estación de Shibuya.
Tres.-
Séquese antes las manos con los pañuelos que le habrá regalado cerca del emblemático
paso de cebra una muchacha ataviada con algún traje histriónico mezcla de
lolita, personaje de manga y chicle de fresa.
Cuatro.-
Diríjase a una de las múltiples líneas de tren que le llevarán a otro destino y móntese, si consigue aclararse, entre los kanjis y el tumulto -seguramente, si es
usted de provincias, o incluso siendo de una gran urbe, difícilmente habrá
visto a tanta gente junta en su vida- haciendo la cola previa correspondiente.
Cinco.-Monte
en el tren, tratando, en función de su pericia, su rapidez y, dicho sea de paso,
que no haya alguien que necesite el asiento, y siéntese en uno de los bancos
corridos.
Seis.-
Mire constantemente los carteles haciendo todavía más patente que usted no
pertenece a estas latitudes, pese a que este hecho sea a todas luces evidente.
Siete.-
Ha escogido la opción correcta, ya que si no, vaya Dios a saber dónde puede
acabar.
Ocho.-Relájese.
Se lo ha ganado. Dispone de media hora, aproximadamente, para leer o echar una
cabezada. Nota las manos y los dedos más calientes y pesadas. El calor se
extiende por todo su cuerpo. Su respiración se vuelve acompasada y sus ojos se
cierran lentamente entre el leve murmullo de la multitud que se agolpa a su
alrededor.
Nueve.-
Despiértese. Acaba de llegar a Yokohama.
Cuando
cuente diez, mentalmente estará en Yokohama. Esté allí al contar diez.
Digo,
diez...
“Olvídalo, Jake, esto es Chinatown” |
Esta
extraña introducción no es otra que un pequeño homenaje a una fantástica película y más concretamente a su cautivador y magnético comienzo, tratando
de paso, de unir temas, con las entradas anteriores de este mes en el blog -.
Al lector interesado le dejo que adivine de qué film se trata
(especialmente si se encuentra en el Viejo Continente, guiño, guiño).
Y es
que no todo Japón es Tokio, ni mucho menos. Sin ir muy lejos de la capital, a
poco más de 20 kilómetros se encuentra Yokohama, una ciudad que, pese a ser la
eterna segundona en todos los bailes, ronda los 4 millones de habitantes y cuenta con bastantes
cosas que ver. Puede que si el turista/visitante no dispone de mucho tiempo, prefiera centrarse en otros puntos más famosos, pero de no ser así y teniendo tiempo suficiente, la experiencia altamente satisfactoria.
El Hikawamaru, atracado en el puerto. Visitable en su interior |
El
que otrora fuera un pequeño puerto pesquero, pasó, como quien no quiere la
cosa, a convertirse en uno de los puertos más destacados del mundo, gracias, en
un principio al negocio de exportación de la seda y posteriormente al resto de
industrias potentes de la prefectura de Kanagawa, que en los últimos años,
aspira seriamente a rivalizar con la mismísima capital.
Pagoda en Sankeien, al atardecer |
La
zona más turística y al mismo tiempo financiera de Yokohama, conocida como
Minato Mirai o también Sakuragicho, cuenta con uno de los edificios más altos de todo el país
(supuestamente, dejando al margen las torres de comunicaciones tokiotas, sería
el más alto hasta la fecha, aunque es un galardón que suele durar más bien
poco): Landmark Tower, con una cafetería-mirador de 360º en su piso superior.
Ahora bien, no
todo es progreso y desarrollo en Yokohama.
También se permite el lujo de mirar atrás, al pasado.
Tanto es así que la tradición está muy presente en
otros puntos de su geografía tales como Kamakura, con una interesante
aglomeración de templos, donde no faltan tampoco enormes esculturas dedicadas a
Buda (ya que los anteriormente citados son de dos tipos, budistas y sintoístas)
o el parque de Sankeien, que perteneció a un acaudalado comerciante de seda
-hoy en día perfectamente visitable-, el cual, lejos de conformarse con disfrutar de la
naturaleza y la quietud propia del lugar, no estuvo quieto ni un instante y mandó erigir varias casas
representativas de algunas de las prefecturas más destacadas de Japón, a modo
de testimonio etnográfico y arquitectónico impagable.
También se permite el lujo de mirar atrás, al pasado.
Un templo menor pero igualmente impresionante |
Por lo demás, es una ciudad muy grande y muy próxima a
Tokio, por lo que las posibilidades laborales, comerciales y de cualquier otra
índole se multiplican.
En próximas ediciones realizaré un comentario pormenorizado
de las dos rutas turísticas (la moderna y la tradicional).
Tengan paciencia y
sean buenos (o no).