sábado, 24 de mayo de 2014

Freak Day: (furiku nichi, フリークにち, フリーク日)



Mario y Sonic, enemigos íntimos
El día del orgullo friki, que se celebra mundialmente mañana, sería exponencialmente más aburrido y con menos contenido si no existiera Japón. Y es que esta gente es la creadora o desarrolladora de alguna de las mayores industrias del ocio que conocemos hoy día. Podría hablar del manga una vez más (lo haré de manera pormenorizada en ocasiones venideras, como ya he prometido en otras ocasiones) y que constituyen una categoría en sí misma.

Sin embargo, hoy voy a centrarme en unos electrodomésticos que, si bien debido a su masificación y uso indiscriminado están acabando con la infancia de muchos niños (es más fácil marcar goles en el PES o el FIFA que en el parque, por lo visto), en su justa medida, puede traer muy buenos recuerdos a más de uno y ser una vía de escape y relajación después de una jornada de estudio/trabajo: hablo naturalmente, de las videoconsolas y de manera concreta de las que vienen del país del sol naciente, que es lo propio.

 
Siempre había algún crack en el barrio que se pasaba el juego entero, dejándote a la altura del betún.

 Las consolas aparecieron para alegrar los hogares de todo el mundo algo más tarde que sus antecesores, como no podía ser de otra manera, las máquinas recreativas. De nuevo, le debemos mucho a Japón, ya que sin ellos no sabríamos la emoción, tras echar 5 duros, de reventar pompas de jabón, coger momias y fantasmas a golpe de aspiradora, partirle el lomo a la Chun-Li de turno (¡y todo esto descubriendo mundo!), convertir en bola de nieve a todo bicho que se cruzara en nuestro camino o luchar contra Shreder y compañía uniendo caparazones con otros colegas (por muy americanas que fueran, los juegos venían de Japón, como los niños de París, pero de verdad). 

Una gran compañía, en su momento
Konami, Data East, Namco o Taito, fueron para muchos niños y jóvenes, el primer contacto con el mundo nipón. Una historia que acababa cuando no había más créditos y volvía a aparecer con una reluciente moneda de 25. La inmensa mayoría han desaparecido ya, quedando las que han sabido envejecer y dar el salto a muchos hogares

Pero todo cambió cuando las consolas irrumpieron en las casas a comienzos de los 90. X-box, como producto americano, queda fuera del post. Es momento de analizar aquellas que provienen del lejano oriente, como los Reyes Magos (para no pocos niños, las unas llegaron de la mano de los otros):

Aunque últimamente Sony está apuntando ingresos  a la baja y su cotización ha descendido un buen trecho el último año, sigue siendo un gigante tecnológico a tener en cuenta. Sus inventos, en especial las consolas PlayStation (tanto las portátiles como las caseras) nos han tenido muchas horas pegados a una pantalla, ya sea subiendo de nivel a personajes como Cloud, Squal o Tidus, entre un sinfín, marcando goles de ensueño con equipos de leyenda, explorando mazmorras, tocando tambores, matando hordas tanto de zombies (la primera noción que algunos tuvieron de que las grandes compañías podían ser malvadas empezó gracias al conocidísimo paraguas rojiblanco y su Virus-T) o nazis durante la Segunda Guerra Mundial, pasando algo de angustia en la Colina del Silencio, tratar de hacer un héroe del esquelético Daniel Fortesque (la desaparición de esta saga fue un misterio inexplicable) y así ad infinitum, en sus diferentes plataformas. 

Entre uno y otro apenas hay unos años: increíble
Pero si de videoconsolas hablamos, nuestro mundo actual, nuestra iconografía de los 90 hasta hoy, por ejemplo, no sería lo mismo sin el fontanero bigotudo aficionado a comer unas setas mágicas para hacerse grande (apología de las drogas, ¿Dónde?), los karts virtuales con amigos, defender Hyrule del malvado Ganondorf o que algo “tan mono” volara de barril en barril (ojo que todos estos títulos tan míticos tienen como creador y desarrollador al bueno de Shigeru Miyamoto: él solito se lo ha comido y se lo ha guisado desde la NES). 

Nintendo cambió nuestro modo de entender los videojuegos, a guardar las partidas, a aprendernos passwords surrealistas para volver a jugar desde un determinado nivel y mil cosas más. 
Han sido tantos recuerdos que es imposible nombrarlos a todos: desbaratar los malvados planes del Dr. Willy, el Rey Dedede o descubrir que el bueno de Samus en realidad era la buena de Samus, se convirtieron en los propósitos de varias generaciones, ávidas de aventuras, aunque fueran digitales.

La familia Nintendo (falta la jovencita Wii-U)
Otras quedaron por el camino aunque marcaron la infancia de una generación y hoy sobreviven como soldados de fortuna en otras compañías: no son el Equipo A, sino el erizo más veloz de la historia, que de Sega pasó a su archienemiga años atrás, la ya citada Nintendo, en un sinfín de píxeles, música midi y afán de superación personal. 

Nuestros altos niveles de frikismo no serían ni remotamente similares sin las tardes echadas sosteniendo un mando entre las manos, cada vez con más botones y menos cables (esto es de agradecer), en solitario o con amigos, en 2D o con unos niveles de realismo, en tan pocos años, que auguran un futuro impresionante. Para bien o para mal hace mucho tiempo que los videojuegos llegaron para quedarse y no hay mejor manera de celebrarlo que jugando una partidita. 

¿Sois capaces de reconocer todos y cada uno de los juegos citados? Si es así, enhorabuena. Estáis preparados para disfrutar del día como se merece.

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