Una apariencia impresionante |
Una
de las tradiciones más impresionantes que se pueden vivir en Japón, por el
maravilloso despliegue visual que conlleva, es el 5 de mayo, día festivo
nacional dedicado a recordar a los niños varones de cada casa (eso sí, que
nadie prepare los billetes de lotería al oír el Día del Niño, que poco tiene
que ver con las tradiciones españolas). Del mismo modo
que el 3 de marzo (parece que van siguiendo la canción de San Fermín) es el día
reservado a las niñas, con festejos preparados a tal efecto y otro despliegue
similar pero con muñecas, la festividad de mayo se concibe para honrar a los
más pequeños de la casa, que como coreaban en un capítulo de Los Simpsons, son el
futuro.
La
primera muestra de tal celebración son las banderas o cuando menos telas
tubulares asemejándose a la forma y pintadas de la misma manera que las carpas
(koi) que ondean al viento en multitud de casas y otros edificios a lo largo todas
las ciudades de Japón, así como en otras latitudes tales como ríos, campos o
incluso en la costa, cerca del mar (básicamente son bienvenidas en cualquier
lugar donde se puedan colgar), formando en ocasiones auténticos mosaicos móviles,
muy coloridos como es de esperar en una celebración así. Son realmente dignas
de ver.
Cualquier lugar va bien para colgar las koi |
Estas
carpas simbolizan la familia, siendo las más grandes las de los padres y las
más pequeñas aquellas que representan a los hijos, por orden de llegada.
A estas simpáticas banderolas se las considera habitualmente la manifestación “externa” del Kodomo no hi, No obstante, de puertas para adentro,
también hay no pocos hábitos que merece la pena reseñar:
Kabuto con todos los accesorios |
En primer lugar, aquí se parece más al Hina matsuri, se coloca en la sala de estar de las casas, un casco (llamado kabuto, como Koji, el piloto de Mazinger Z) o una armadura samurái (desde torso para arriba o desde pectorales para arriba, según el caso), por cada niño, a modo de protección, salud y como símbolo de que éstos llegarán a convertirse en hombres valientes y aguerridos algún día.
Lo cierto es que la festividad ancestral, en su día era una ceremonia de la masculinidad, un paso a la edad adulta con sus fastos correspondientes, pero con el paso de los años, el cambio de vida y la modernidad, ha quedado relegada únicamente para niños, perdiéndose esa condición.
El
casco en cuestión vale un auténtico ojo de la cara -los más pequeños, los
grandes, la niña del otro también- y por descontado, trae todos lo complementos que no hacen sino encarecer más todavía el producto final, para alegría de los niños, tristeza de los progenitores y desfalco de la cartera en ciernes, así que las familias con varios hijos
pueden ir preparando la chequera. En el caso de padres que tengan “la parejita”
o más de un churumbel de cada, además de tener que ahorrar mucho para pagarlo, se pasarán los meses
primaverales montando y desmontando los chiringuitos de unos y otros.
Kashiwa mochi, o mochi hoja de roble (como la lechuga) |
¡Qué majetes los dos! |
Y es que no hay nada nuevo bajo el sol (naciente).
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