Hasta las máquinas son educadísimas en Japón |
Son
las 8 de la mañana en Japón. El sol hace casi tres horas que está en lo alto,
abrasador, impasible. La primavera toca a su fin para dar paso a la “época de
lluvias” que comienza en junio y dura casi un mes, pero de eso Lorenzo sabe
poco.
Por
mi parte, apuro una tostada, me lavo metódicamente los dientes y salgo como una
flecha a coger el metro para ir a trabajar. De camino a la estación observo,
como cada mañana, a un grupo de gente que ha formado una cola ordenada (eso
siempre). No, no van a coger el metro. No buscan caridad ni una promoción
especial de algún producto (cosa que, por otra parte, también sucede muy a
menudo), buscan otra cosa.
La gente echando la mañana, o la tarde... y las bolitas |
No
son ejecutivos, no son amas de casa, no son colegiales. Pertenecen a un sector
especial de la población que, desempleados o no -seguramente lo primero sea lo
más factible-, aguardan a que abra su establecimiento preferido: el pachinko.
Idénticos edificios se yerguen junto a la estación, junto a todas las
estaciones de todo el país. Edificios altos, con neones, con miles de leds
luciendo todos a la vez, con pantallas en las que salen personajes de manga
-muchos de ellos ya olvidados en la noche de los tiempos-, carteles, luminosos,
como no podía ser de otra manera, que recuerdan a aquellos que iluminan cada
noche el cielo de Las Vegas (no es una analogía al azar). No son otros sino los
“casinos” nipones.
Así se ven las bolitas apiladas en sus archiconocidas cajas... |
Pongámonos
en situación. A los japoneses les gusta jugar. Y mucho. Muchísimo. No a todos,
por supuesto. Pero a los que les gusta, les llega a gustar una barbaridad.
En
Japón no hay bares. No como en España, al menos. Por si fuera poco, en los
escasos pubs que hay, las máquinas tragaperras no existen, como tristemente lo
hacen en nuestro país. Todas están ubicadas en el mismo sitio.
Estos lugares
en cuestión están también muy bien iluminados en su interior, con hileras
interminables de máquinas con colores que podían provocar un ataque epiléptico
hasta a un ciego, unos sillones aparentemente bastante cómodos (hay que tener
en cuenta que la gente a veces está en el mismo sitio durante horas), un olor a
tabaco característico (en Japón no permiten fumar por la calle pero sí dentro
de determinados lugares) y ruido, un ruido atronador, capaz de dejar sordo a
cualquiera.
...Y así se ven de cerca |
Tanto
ruido como para afirmar que, si Japón es el primer país productor de
contaminación acústica en el mundo, en parte, es gracias a los pachinko.
Las
maquinitas, verdaderas protagonistas del lugar, funcionan con bolas metálicas
del tamaño de canicas. No con monedas o con fichas, con bolitas.
El
sistema de juego es relativamente similar a las máquinas conocidas en España
como Bingo, donde las bolas van cayendo y si lo hacen en el lugar correcto,
generan ciertos premios y si no, obviamente, no.
También
es cierto que hay otras máquinas conocidas como pachislot o slot a secas, que
recuerdan a las tragaperras clásicas en su mecánica y que funcionan con fichas
que proporciona el propio establecimiento, como siempre a cambio de dinero.
Los premios no gozan de mucho glamour, la verdad |
Las
amas de casa, los ejecutivos y los trabajadores de cualquier otro sector de la
población mencionados previamente tampoco se libran: no es una actividad
reservada únicamente para que los parados se fundan los ahorros o el dinero del
paro.
Naturalmente, genera beneficios. Esos enormes edificios, con lo caro que
es todo en Japón, no se mantienen con aire. Sin embargo, a diferencia de
España, las escasas ocasiones en las que se obtienen beneficios con estos
juegos, la suma puede ser tan destacada como un mes de sueldo -hablo de los
salarios de Japón- o incluso más.
Los pachinko por fuera, podrían deslumbrar a las luciérnagas |
No
es lo normal. En absoluto. Pero puede suceder. Lo usual es perder o, con una
buena racha, sacar un pequeño beneficio que además tampoco se cambiará por
dinero en los pachinko hall, sino que las bolitas obtenidas se sustituirán por “regalos”.
Cuando el montante sea sustancial, estos presentes podrán ser mejores, como piezas
doradas o plateadas que se cambiarán, a su vez, por dinero en establecimientos
adyacentes (obteniendo aquellos también un beneficio con el cambio).
Las fotos no son mías, aclaro. La gente es muy celosa en lo que a su intimidad se refiere en Japón -cosa que me parece francamente bien- y mucho más en lugares como los que aquí se muestran, así que me limito a utilizar aquellas que aparecen en Wikipedia, etc.