sábado, 31 de mayo de 2014

Pachinko (pachinko, パチンコ)



Hasta las máquinas son educadísimas en Japón
Son las 8 de la mañana en Japón. El sol hace casi tres horas que está en lo alto, abrasador, impasible. La primavera toca a su fin para dar paso a la “época de lluvias” que comienza en junio y dura casi un mes, pero de eso Lorenzo sabe poco. 

Por mi parte, apuro una tostada, me lavo metódicamente los dientes y salgo como una flecha a coger el metro para ir a trabajar. De camino a la estación observo, como cada mañana, a un grupo de gente que ha formado una cola ordenada (eso siempre). No, no van a coger el metro. No buscan caridad ni una promoción especial de algún producto (cosa que, por otra parte, también sucede muy a menudo), buscan otra cosa.

La gente echando la mañana, o la tarde... y las bolitas
No son ejecutivos, no son amas de casa, no son colegiales. Pertenecen a un sector especial de la población que, desempleados o no -seguramente lo primero sea lo más factible-, aguardan a que abra su establecimiento preferido: el pachinko. Idénticos edificios se yerguen junto a la estación, junto a todas las estaciones de todo el país. Edificios altos, con neones, con miles de leds luciendo todos a la vez, con pantallas en las que salen personajes de manga -muchos de ellos ya olvidados en la noche de los tiempos-, carteles, luminosos, como no podía ser de otra manera, que recuerdan a aquellos que iluminan cada noche el cielo de Las Vegas (no es una analogía al azar). No son otros sino los “casinos” nipones.

Así se ven las bolitas apiladas en sus archiconocidas cajas...
Pongámonos en situación. A los japoneses les gusta jugar. Y mucho. Muchísimo. No a todos, por supuesto. Pero a los que les gusta, les llega a gustar una barbaridad.

En Japón no hay bares. No como en España, al menos. Por si fuera poco, en los escasos pubs que hay, las máquinas tragaperras no existen, como tristemente lo hacen en nuestro país. Todas están ubicadas en el mismo sitio. 

Estos lugares en cuestión están también muy bien iluminados en su interior, con hileras interminables de máquinas con colores que podían provocar un ataque epiléptico hasta a un ciego, unos sillones aparentemente bastante cómodos (hay que tener en cuenta que la gente a veces está en el mismo sitio durante horas), un olor a tabaco característico (en Japón no permiten fumar por la calle pero sí dentro de determinados lugares) y ruido, un ruido atronador, capaz de dejar sordo a cualquiera.

...Y así se ven de cerca
Tanto ruido como para afirmar que, si Japón es el primer país productor de contaminación acústica en el mundo, en parte, es gracias a los pachinko.

Las maquinitas, verdaderas protagonistas del lugar, funcionan con bolas metálicas del tamaño de canicas. No con monedas o con fichas, con bolitas.

El sistema de juego es relativamente similar a las máquinas conocidas en España como Bingo, donde las bolas van cayendo y si lo hacen en el lugar correcto, generan ciertos premios y si no, obviamente, no.

También es cierto que hay otras máquinas conocidas como pachislot o slot a secas, que recuerdan a las tragaperras clásicas en su mecánica y que funcionan con fichas que proporciona el propio establecimiento, como siempre a cambio de dinero.

Los premios no gozan de mucho glamour, la verdad
Las amas de casa, los ejecutivos y los trabajadores de cualquier otro sector de la población mencionados previamente tampoco se libran: no es una actividad reservada únicamente para que los parados se fundan los ahorros o el dinero del paro. 

Naturalmente, genera beneficios. Esos enormes edificios, con lo caro que es todo en Japón, no se mantienen con aire. Sin embargo, a diferencia de España, las escasas ocasiones en las que se obtienen beneficios con estos juegos, la suma puede ser tan destacada como un mes de sueldo -hablo de los salarios de Japón- o incluso más.  

Los pachinko por fuera, podrían deslumbrar a las luciérnagas
No es lo normal. En absoluto. Pero puede suceder. Lo usual es perder o, con una buena racha, sacar un pequeño beneficio que además tampoco se cambiará por dinero en los pachinko hall, sino que las bolitas obtenidas se sustituirán por “regalos”. Cuando el montante sea sustancial, estos presentes podrán ser mejores, como piezas doradas o plateadas que se cambiarán, a su vez, por dinero en establecimientos adyacentes (obteniendo aquellos también un beneficio con el cambio).

Las fotos no son mías, aclaro. La gente es muy celosa en lo que a su intimidad se refiere en Japón -cosa que me parece francamente bien- y mucho más en lugares como los que aquí se muestran, así que me limito a utilizar aquellas que aparecen en Wikipedia, etc.

sábado, 24 de mayo de 2014

Freak Day: (furiku nichi, フリークにち, フリーク日)



Mario y Sonic, enemigos íntimos
El día del orgullo friki, que se celebra mundialmente mañana, sería exponencialmente más aburrido y con menos contenido si no existiera Japón. Y es que esta gente es la creadora o desarrolladora de alguna de las mayores industrias del ocio que conocemos hoy día. Podría hablar del manga una vez más (lo haré de manera pormenorizada en ocasiones venideras, como ya he prometido en otras ocasiones) y que constituyen una categoría en sí misma.

Sin embargo, hoy voy a centrarme en unos electrodomésticos que, si bien debido a su masificación y uso indiscriminado están acabando con la infancia de muchos niños (es más fácil marcar goles en el PES o el FIFA que en el parque, por lo visto), en su justa medida, puede traer muy buenos recuerdos a más de uno y ser una vía de escape y relajación después de una jornada de estudio/trabajo: hablo naturalmente, de las videoconsolas y de manera concreta de las que vienen del país del sol naciente, que es lo propio.

 
Siempre había algún crack en el barrio que se pasaba el juego entero, dejándote a la altura del betún.

 Las consolas aparecieron para alegrar los hogares de todo el mundo algo más tarde que sus antecesores, como no podía ser de otra manera, las máquinas recreativas. De nuevo, le debemos mucho a Japón, ya que sin ellos no sabríamos la emoción, tras echar 5 duros, de reventar pompas de jabón, coger momias y fantasmas a golpe de aspiradora, partirle el lomo a la Chun-Li de turno (¡y todo esto descubriendo mundo!), convertir en bola de nieve a todo bicho que se cruzara en nuestro camino o luchar contra Shreder y compañía uniendo caparazones con otros colegas (por muy americanas que fueran, los juegos venían de Japón, como los niños de París, pero de verdad). 

Una gran compañía, en su momento
Konami, Data East, Namco o Taito, fueron para muchos niños y jóvenes, el primer contacto con el mundo nipón. Una historia que acababa cuando no había más créditos y volvía a aparecer con una reluciente moneda de 25. La inmensa mayoría han desaparecido ya, quedando las que han sabido envejecer y dar el salto a muchos hogares

Pero todo cambió cuando las consolas irrumpieron en las casas a comienzos de los 90. X-box, como producto americano, queda fuera del post. Es momento de analizar aquellas que provienen del lejano oriente, como los Reyes Magos (para no pocos niños, las unas llegaron de la mano de los otros):

Aunque últimamente Sony está apuntando ingresos  a la baja y su cotización ha descendido un buen trecho el último año, sigue siendo un gigante tecnológico a tener en cuenta. Sus inventos, en especial las consolas PlayStation (tanto las portátiles como las caseras) nos han tenido muchas horas pegados a una pantalla, ya sea subiendo de nivel a personajes como Cloud, Squal o Tidus, entre un sinfín, marcando goles de ensueño con equipos de leyenda, explorando mazmorras, tocando tambores, matando hordas tanto de zombies (la primera noción que algunos tuvieron de que las grandes compañías podían ser malvadas empezó gracias al conocidísimo paraguas rojiblanco y su Virus-T) o nazis durante la Segunda Guerra Mundial, pasando algo de angustia en la Colina del Silencio, tratar de hacer un héroe del esquelético Daniel Fortesque (la desaparición de esta saga fue un misterio inexplicable) y así ad infinitum, en sus diferentes plataformas. 

Entre uno y otro apenas hay unos años: increíble
Pero si de videoconsolas hablamos, nuestro mundo actual, nuestra iconografía de los 90 hasta hoy, por ejemplo, no sería lo mismo sin el fontanero bigotudo aficionado a comer unas setas mágicas para hacerse grande (apología de las drogas, ¿Dónde?), los karts virtuales con amigos, defender Hyrule del malvado Ganondorf o que algo “tan mono” volara de barril en barril (ojo que todos estos títulos tan míticos tienen como creador y desarrollador al bueno de Shigeru Miyamoto: él solito se lo ha comido y se lo ha guisado desde la NES). 

Nintendo cambió nuestro modo de entender los videojuegos, a guardar las partidas, a aprendernos passwords surrealistas para volver a jugar desde un determinado nivel y mil cosas más. 
Han sido tantos recuerdos que es imposible nombrarlos a todos: desbaratar los malvados planes del Dr. Willy, el Rey Dedede o descubrir que el bueno de Samus en realidad era la buena de Samus, se convirtieron en los propósitos de varias generaciones, ávidas de aventuras, aunque fueran digitales.

La familia Nintendo (falta la jovencita Wii-U)
Otras quedaron por el camino aunque marcaron la infancia de una generación y hoy sobreviven como soldados de fortuna en otras compañías: no son el Equipo A, sino el erizo más veloz de la historia, que de Sega pasó a su archienemiga años atrás, la ya citada Nintendo, en un sinfín de píxeles, música midi y afán de superación personal. 

Nuestros altos niveles de frikismo no serían ni remotamente similares sin las tardes echadas sosteniendo un mando entre las manos, cada vez con más botones y menos cables (esto es de agradecer), en solitario o con amigos, en 2D o con unos niveles de realismo, en tan pocos años, que auguran un futuro impresionante. Para bien o para mal hace mucho tiempo que los videojuegos llegaron para quedarse y no hay mejor manera de celebrarlo que jugando una partidita. 

¿Sois capaces de reconocer todos y cada uno de los juegos citados? Si es así, enhorabuena. Estáis preparados para disfrutar del día como se merece.

sábado, 17 de mayo de 2014

Visitando Hakone (hakone, はこね, 箱根)

El Victory esperando a los navegantes

Amanece entre la bruma y los barcos comienzan su trayecto. Un periplo condenado a repetirse día tras día para regocijo de los turistas -tanto nacionales como extranjeros-, que aparecen sin cesar para contemplar un paisaje único, lleno de cierta magia y no menos misterio, como suele pasar en todas las localizaciones rurales de Japón.

Enclavado entre altas montañas se encuentra imponente en lo que constituye la caldera volcánica del monte homónimo (Hakone) próximo al monte Fuji, bautizada como Lago Ashi o Ashinoko y a su alrededor en un paraje de ensueño, plagado de vegetación y salpicado por algunas casas -cabañas en ocasiones, aunque gocen de más lujos que algunas mansiones urbanitas-. Posee la categoría de Parque nacional (Fuji-Hakone-Izu) junto a la región de los Cinco Lagos (en la prefectura de Tokio, entre los que sin embargo, no se encuentra el susodicho), el propio monte Fuji, y la península de Izu con su archipiélago, altamente recomendables, todos ellos.

Una visión del santuario sintoísta
Volviendo al lago Ashi, algunos de los barcos que ofrecen visitas turísticas al mismo son modernos y cuentan con numerosas ventajas para disfrutar de un viaje que cuenta, habitualmente con tres escalas y cuya duración no suele exceder la hora. No obstante, el mayor atractivo que posee el lugar es montar en una suerte de galeones piratas -hay tres: rojo, verde y negro, este último se supone que está basado en el navío Victory, del archiconocido almirante Nelson-, que hacen las delicias de los niños y entretienen a los adultos.

Las altas montañas que dominan en torno al lago permiten una visión sublime del monte Fuji (en días despejados), así como de Tokio y la costa (en un recorrido por todas ellas). La más destacada, cuenta con un teleférico para disfrutar de sus vistas desde la cima.

Tres modelos a elegir: verde, rojo o negro
Como era de esperar, no faltan tampoco templos budistas y santuarios sintoístas, recordando vagamente el segundo y más destacado al icónico Itsukushima, por su torii sobre las aguas.

Por descontado, el lago y sus alrededores poseen innumerables sorpresas más: un museo contemporáneo, cabañas para retiros de empresa y, por supuesto, onsen (balnearios) son algunas de ellas.

· Los balnearios -no hay que olvidar que estas aguas son termales- que en Japón se hallan por doquier, se multiplican más si cabe en estos lugares, por la proximidad de los volcanes. En cualquier caso, de balnearios y demás baños, spas, etc. realicé un post más detallado en su momento, del que dejo el enlace a continuación para todo aquel que quiera echarle un vistazo rápido: http://ramonsevaajapon.blogspot.jp/2014_02_01_archive.html

Qué buenos están para la pinta que tienen
En esta región, los llamados onsen tamago (una especie de huevos pasados por agua pero menos hechos todavía, ya que el agua está a menor temperatura, de ahí su nombre, como si se cocieran en el agua de un balneario, en torno a unos 40ºC), son especiales y se llaman ‘huevo negro (黒玉子, kuro-tamago), ya que se obtienen al teñir las cáscaras los sulfatos e iones de hierro disueltos en el agua (o eso dice Wikipedia). 

Con ese color cualquiera podría pensar que son de burro o de grillo, por las frases castizas, pero no, son de gallina.

Cenas con mucha miga en los hoteles-onsen
· No son pocas las compañías (y aquí estamos hablando de algunas de las principales potencias mundiales) que gozan en propiedad de una cabaña para realizar retiros, descansos, jornadas o como lo quieran llamar para fortalecer las relaciones entre sus empleados.

· El Pola Museum of Art aparece majestuoso con un edificio de arquitectura orgánica, del prestigioso y centenario estudio Nikken Sekkei, que alberga en su interior algunas joyas apenas conocidas de los maestros impresionistas, postimpresionistas, expresionistas y cubistas (especialmente), que cuesta trabajo creer que se encuentren en el citado lugar por el hecho de estar, aparentemente, en mitad de ninguna parte, pero que cuenta con un entregado público -aquí no tienen Telecinco, son más de otras miras- y que recomiendo encarecidamente (aunque el precio de la entrada, todo hay que decirlo, no es precisamente barato). Entre los artistas también se halla Tsuguharu Foujita, como máximo representante nipón, un artista japonés que se fue a Francia y tuvo un éxito cuando menos reseñable durante la primera mitad del Siglo XX. Dejo el enlace del museo, para el que tenga interés: http://www.polamuseum.or.jp/english/

Las vistas del monte Fuji y otros puntos son espectaculares
· Por último y aquí no podía faltar el referente freak, Hakone tiene un referente en el mundo del anime muy importante. La historia de Evangelion, tan apasionante como desquiciada según se mire, sitúa Neo Tokyo (Tokyo-3, para ser más precisos) en torno a la ciudad de Hakone y la base de Nerv, la compañía que manipula los Evas exactamente junto a la orilla del lago Ashi (debajo, más bien, ya que sería subterránea). Hay numerosas referencias por toda la región a los Evas y un amplio surtido en lo referente a merchandising. 

  Como dato más curioso, si cabe, durante el reestreno de Evangelion (su adaptación, más bien) se potenció el lugar a bombo y platillo, pero tuvieron que dejarlo rápidamente por la avalancha de gente que fue a visitar el lugar, acabando con la paz y la serenidad que allí suele reinar.


Con esto y un bizcocho, aquí ya es día 18. Buen fin de semana.

sábado, 10 de mayo de 2014

Día del niño (kodomo no hi, こどものひ, こどもの日)


Una apariencia impresionante


Una de las tradiciones más impresionantes que se pueden vivir en Japón, por el maravilloso despliegue visual que conlleva, es el 5 de mayo, día festivo nacional dedicado a recordar a los niños varones de cada casa (eso sí, que nadie prepare los billetes de lotería al oír el Día del Niño, que poco tiene que ver con las tradiciones españolas). Del mismo modo que el 3 de marzo (parece que van siguiendo la canción de San Fermín) es el día reservado a las niñas, con festejos preparados a tal efecto y otro despliegue similar pero con muñecas, la festividad de mayo se concibe para honrar a los más pequeños de la casa, que como coreaban en un capítulo de Los Simpsons, son el futuro.

La primera muestra de tal celebración son las banderas o cuando menos telas tubulares asemejándose a la forma y pintadas de la misma manera que las carpas (koi) que ondean al viento en multitud de casas y otros edificios a lo largo todas las ciudades de Japón, así como en otras latitudes tales como ríos, campos o incluso en la costa, cerca del mar (básicamente son bienvenidas en cualquier lugar donde se puedan colgar), formando en ocasiones auténticos mosaicos móviles, muy coloridos como es de esperar en una celebración así. Son realmente dignas de ver.

Cualquier lugar va bien para colgar las koi
Las carpas representan (lo he dicho muchas veces, no hay nada dejado al azar) la perseverancia y el esfuerzo, ya que es lo que hacen dichos animales al remontar el río: una creencia proveniente de la mitología china, que matizaba que las carpas que lo conseguían mudaban su cuerpo para convertirse finalmente en dragones.

Estas carpas simbolizan la familia, siendo las más grandes las de los padres y las más pequeñas aquellas que representan a los hijos, por orden de llegada.

A estas simpáticas banderolas se las considera habitualmente la manifestación “externa” del Kodomo no hi, No obstante, de puertas para adentro, también hay no pocos hábitos que merece la pena reseñar:

Kabuto con todos los accesorios



En primer lugar, aquí se parece más al Hina matsuri, se coloca en la sala de estar de las casas, un casco (llamado kabuto, como Koji, el piloto de Mazinger Z) o una armadura samurái (desde torso para arriba o desde pectorales para arriba, según el caso), por cada niño, a modo de protección, salud y como símbolo de que éstos llegarán a convertirse en hombres valientes y aguerridos algún día.

Lo cierto es que la festividad ancestral, en su día era una ceremonia de la masculinidad, un paso a la edad adulta con sus fastos correspondientes, pero con el paso de los años, el cambio de vida y la modernidad, ha quedado relegada únicamente para niños, perdiéndose esa condición.

El casco en cuestión vale un auténtico ojo de la cara -los más pequeños, los grandes, la niña del otro también- y por descontado, trae todos lo complementos que no hacen sino encarecer más todavía el producto final, para alegría de los niños, tristeza de los progenitores y desfalco de la cartera en ciernes, así que las familias con varios hijos pueden ir preparando la chequera. En el caso de padres que tengan “la parejita” o más de un churumbel de cada, además de tener que ahorrar mucho para pagarlo, se pasarán los meses primaverales montando y desmontando los chiringuitos de unos y otros.

Kashiwa mochi, o mochi hoja de roble (como la lechuga)
Por último, que no por ello lo menos importante, esta tradición incluye también un dulce típico propio y como no podía ser menos, se trata de una variante del mochi (pasta de arroz, que me encanta pero entiendo que tendrá también sus detractores), el kashiwa mochi, aunque esta vez y sin que sirva de precedente, el dulce -relleno como suele ser en todos estos casos de la pasta de judías dulces denominada anko- viene cubierto por una hoja de roble, aportándole un sabor sumamente característico. Dentro del kashiwa mochi hay diferentes tipos, como en el mochi normal.

¡Qué majetes los dos!
Como curiosidad freak (no es la primera de hoy después de lo de Mazinger), durante el día de los niños se exhibe también la figura de Kintaro, un niño con fuerza hercúlea que pertenece al folclore nipón más antiguo y que se caracterizó por su valentía y su tesón, por lo que se considera perfecto durante estas fiestas (por si fuera poco, a menudo se le representa con una carpa de gran tamaño, algo idóneo para la celebración en cuestión). Para los amantes de One Piece, manga japonés actual por antonomasia, quizá les recuerde a Sentomaru, personaje al que toma como modelo el primero.

Y es que no hay nada nuevo bajo el sol (naciente).