sábado, 12 de abril de 2014

Festival del falo de metal (kanamara matsuri, かなまらまつり, かなまら祭り)



Antes de comenzar el post semanal me gustaría aclarar que no pretendo herir la sensibilidad de nadie. Solamente ilustraré una faceta de la vida en Japón, como hago todas las semanas, con algo de sentido del humor pero ninguna intención de molestar al prójimo. Dicho esto, a buen entendedor pocas palabras bastan.

El evento congrega a auténticas multitudes
De todos los festivales (entendido el término como un evento alegre y multitudinario, no necesariamente con la connotación musical con la que se ha generalizado en España y otros lugares) que acontecen cada año en Japón, uno de los más sorprendentes, divertidos y extraños con mucha diferencia sobre sus inmediatos competidores como el también célebre Konaki Sumo (que básicamente consiste en que luchadores de sumo profesionales hagan llorar a bebés, con su explicación pertinente) es el Kanamara Matsuri o Adoración al pene de metal, una celebración de corte sintoísta de protección, fertilidad y salud.

¡Qué cachondo!... y nunca mejor dicho

El icónico órgano viril masculino -no voy a entrar en valoraciones, al menos de tamaño-, con un color rosa que llega a hacer daño a la vista, es el rey y protagonista de este acontecimiento que se celebra en varios puntos de la geografía nipona, pero que es especialmente famoso en la zona de Kawasaki, a medio camino entre Tokio y Yokohama a comienzos de abril, durante la Sakura.

No es que sea nada nuevo. Es sencillamente un canto a la fertilidad como otras culturas clásicas y milenarias han venido haciendo desde que el mundo es mundo y lo pueblan los humanos, pero en Japón este hecho llama especialmente la atención, si tenemos en cuenta que las muestras de afecto en público no son de buen recibo (por educación, no por motivos religiosos) y en los desnudos integrales, sea cual sea la situación, siempre se pixelan los órganos reproductores, incluso en la industria pornográfica (algo que también puede llamar la atención en Occidente).

Una golosina como otra cualquiera. Ojo con las caries

Lo he comentado hasta la saciedad en otros posts, a los japoneses se les dan bien muchas cosas, pero si hay que citar una característica verdaderamente rentable es que saben hacer negocio de prácticamente todo -así va su economía- y junto a la procesión del badajo en cuestión, como si de un paso de Semana Santa se tratara (sin ánimo de herir susceptibilidades con la analogía: sencillamente, el funcionamiento es idéntico, con sus “costaleros” y todo), aparecen como por arte de magia y únicamente para la ocasión, multitud de puestos que en pocas horas venden todo tipo de artículos relacionados, como golosinas, disfraces varios y artículos decorativos (a efectos visuales parece una despedida de soltera occidental que se ha ido de las manos, salvo que aquí participa todo el mundo sin importar sexo, raza o religión).

Hay que tenerlos para salir de esta guisa
Pasado el día, la gente que llevaba disfraces realmente llamativos (algunos y algunas portan un bálano en la cabeza a modo de casco, pareciendo más un tiburón martillo que lo que pretenden parecer) vuelve a su vida cotidiana y nadie vuelve a dar muestras ostensibles de sexualidad hasta el año siguiente en el que se repite de nuevo el mismo hito.

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