sábado, 19 de abril de 2014

Boda sintoísta (shinjen shiki, しんぜんしき ,神前式)



Casarse es una experiencia inolvidable (normalmente para bien, aunque de todo hay). Sea en la religión, culto, creencia que sea, las fastos relacionados con esta unión suelen estar plagados de pompa y artificio y, en este sentido, Japón tampoco se va a quedar atrás. 

La gente se casa en el país del sol naciente de varias maneras. En los últimos años, por ejemplo, se está imponiendo entre los jóvenes la moda de casarse por lo civil (yendo un día al registro con la pareja, haciendo los papeles correspondientes y pista, ya está uno casado) y pasado un tiempo, que puede variar enormemente, desde pocas semanas hasta un año o incluso más, hacer una ceremonia en la que invitar a familiares y amigos, normalmente debido al dinero (organizar una boda es muy, muy caro y los establecimientos se suelen aprovechar de un momento único para clavarte hasta en el DNI, como en todas partes: aquí no hay diferencia), por lo que los amantes esposos esperarán un tiempo para acometer un gasto como ese, con o sin ayuda paterna.

La celebración se divide en dos momentos clave: la ceremonia, que puede ser celebrada por el rito budista, sintoísta, cristiano (en ocasiones las capillas de Japón ceden el lugar -supongo que a cambio de un sustancial peculio, ya que si no, no entiendo nada- aunque los novios no estén bautizados, ni hayan oído hablar de San Pedro y compañía en su vida) y la comida, o cena, de nuevo como en cualquier otro sitio.



En primer lugar cabe destacar que en las bodas niponas está todo atado y bien atado: hay un estricto orden según el cual se debe actuar en todo momento. Si el espacio suele ser muy cotizado en un país con una densidad de población alta, el tiempo no lo es menos. Otra cosa que puede llamar la atención en España, donde los novios (especialmente ella) son los protagonistas, es que en Japón la boda se destina a los invitados -un concepto más próximo en este sentido al teatro, donde lo importante es que el público salga contento, por lo que los actores tendrán que trabajárselo-. En algunas ceremonias puede darse la circunstancia de haber gente más importante que otra -un jefe o director de empresa, por ejemplo, que ocupará un lugar más destacado, ya que este tipo de ritos suelen seguirse de manera estricta-. Por último, mientras que en España los padres de los novios se sientan con ellos en la “mesa presidencial”, teniendo los padrinos especialmente un papel relevante, los nipones colocan a sus padres al fondo, para dejar que sean los demás quienes disfruten.

La ceremonia, si es sintoísta estará oficiada normalmente por tres personas, un sacerdote y dos ayudantes (miko), con varios momentos destacados, como la plegaria del monje, la promesa de la pareja, la ofrenda y el sake (el tres es el número por excelencia en estos rituales, con tres cuencos de diferente tamaño a los cuales los novios les dan tres tragos alternamente, repitiendo la operación con cada uno de ellos). La vestimenta constará de kimono negro para los hombres y blanco para las mujeres, con su wataboshi a juego -un gorro o capucha, que constituye el elemento más llamativo sin duda alguna-.

Aunque la religión no se sigue fervientemente en la mayoría de casos, si se dan muchos elementos en los que las creencias y la tradición tienen un peso particularmente importante.  Por ejemplo, el dinero que se entrega como regalo a los novios siempre tiene que ser nuevo y en número de billetes impar, para que resulte indivisible (de lo contrario se podría interpretar como una invitación a la desunión y, como ya he afirmado otras semanas, son gente que cuida los detalles al máximo), con unas cifras más o menos estandarizadas (30000, 50000, 70000 yenes suele ser lo normal, dependiendo de la relación de amistad o familiar y el poder adquisitivo de cada uno), en unos sobres también específicos.

El retrato de familia se cuida al milímetro (literalmente, siendo los fotógrafos extremadamente perfeccionistas, ya que se trata de una foto para la posteridad), algo que suele sorprender y mucho a los extranjeros, que en muchos casos abogan por una cierta naturalidad en detrimento del hieratismo.

El banquete por su parte es una sucesión de discursos de los amigos íntimos o personajes respetados o importantes para dicha unión, entre plato y plato, algún brindis que otro así como un momento para cortar la tarta -hasta aquí todo normal- aderezado con un cambio de vestuario por parte de los novios -permanecer con el kimono ceremonial durante bastante tiempo es francamente duro- a uno más “europeo”. Como detalle, los novios ofrecen varios presentes a los asistentes, entre los que no faltan los dulces y, como novedad, un catálogo -los centros comerciales los ofertan de diferentes rangos de precio-para elegir un regalo de vuelta, dando la oportunidad a los presentes de elegir el que más se ajuste a sus necesidades , con un amplio margen de tiempo.

Tras esta sucesión de acontecimientos, sólo queda tomar algo al grito de ¡¡Kanpai!!

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