Casarse
es una experiencia inolvidable (normalmente para bien, aunque de todo hay). Sea
en la religión, culto, creencia que sea, las fastos relacionados con esta unión
suelen estar plagados de pompa y artificio y, en este sentido, Japón tampoco se
va a quedar atrás.
La
gente se casa en el país del sol naciente de varias maneras. En los últimos
años, por ejemplo, se está imponiendo entre los jóvenes la moda de casarse por
lo civil (yendo un día al registro con la pareja, haciendo los papeles
correspondientes y pista, ya está uno casado) y pasado un tiempo, que puede
variar enormemente, desde pocas semanas hasta un año o incluso más, hacer una
ceremonia en la que invitar a familiares y amigos, normalmente debido al dinero
(organizar una boda es muy, muy caro y los establecimientos se suelen
aprovechar de un momento único para clavarte hasta en el DNI, como en todas
partes: aquí no hay diferencia), por lo que los amantes esposos esperarán un
tiempo para acometer un gasto como ese, con o sin ayuda paterna.
La
celebración se divide en dos momentos clave: la ceremonia, que puede ser
celebrada por el rito budista, sintoísta, cristiano (en ocasiones las capillas
de Japón ceden el lugar -supongo que a cambio de un sustancial peculio, ya que
si no, no entiendo nada- aunque los novios no estén bautizados, ni hayan oído
hablar de San Pedro y compañía en su vida) y la comida, o cena, de nuevo como
en cualquier otro sitio.
En primer lugar cabe destacar que en las bodas niponas está todo atado y bien atado: hay un estricto orden según el cual se debe actuar en todo momento. Si el espacio suele ser muy cotizado en un país con una densidad de población alta, el tiempo no lo es menos. Otra cosa que puede llamar la atención en España, donde los novios (especialmente ella) son los protagonistas, es que en Japón la boda se destina a los invitados -un concepto más próximo en este sentido al teatro, donde lo importante es que el público salga contento, por lo que los actores tendrán que trabajárselo-. En algunas ceremonias puede darse la circunstancia de haber gente más importante que otra -un jefe o director de empresa, por ejemplo, que ocupará un lugar más destacado, ya que este tipo de ritos suelen seguirse de manera estricta-. Por último, mientras que en España los padres de los novios se sientan con ellos en la “mesa presidencial”, teniendo los padrinos especialmente un papel relevante, los nipones colocan a sus padres al fondo, para dejar que sean los demás quienes disfruten.
La
ceremonia, si es sintoísta estará oficiada normalmente por tres personas, un sacerdote
y dos ayudantes (miko), con varios momentos destacados, como la plegaria del
monje, la promesa de la pareja, la ofrenda y el sake (el tres es el número por
excelencia en estos rituales, con tres cuencos de diferente tamaño a los cuales
los novios les dan tres tragos alternamente, repitiendo la operación con cada
uno de ellos). La vestimenta constará de kimono negro para los hombres y blanco
para las mujeres, con su wataboshi a juego -un gorro o capucha, que constituye
el elemento más llamativo sin duda alguna-.
Aunque
la religión no se sigue fervientemente en la mayoría de casos, si se dan muchos
elementos en los que las creencias y la tradición tienen un peso
particularmente importante. Por ejemplo,
el dinero que se entrega como regalo a los novios siempre tiene que ser nuevo y
en número de billetes impar, para que resulte indivisible (de lo contrario se
podría interpretar como una invitación a la desunión y, como ya he afirmado
otras semanas, son gente que cuida los detalles al máximo), con unas cifras más
o menos estandarizadas (30000, 50000, 70000 yenes suele ser lo normal,
dependiendo de la relación de amistad o familiar y el poder adquisitivo de cada
uno), en unos sobres también específicos.
El
retrato de familia se cuida al milímetro (literalmente, siendo los fotógrafos
extremadamente perfeccionistas, ya que se trata de una foto para la posteridad),
algo que suele sorprender y mucho a los extranjeros, que en muchos casos abogan
por una cierta naturalidad en detrimento del hieratismo.
El banquete
por su parte es una sucesión de discursos de los amigos íntimos o personajes respetados
o importantes para dicha unión, entre plato y plato, algún brindis que otro así
como un momento para cortar la tarta -hasta aquí todo normal- aderezado con un
cambio de vestuario por parte de los novios -permanecer con el kimono
ceremonial durante bastante tiempo es francamente duro- a uno más “europeo”.
Como detalle, los novios ofrecen varios presentes a los asistentes, entre los
que no faltan los dulces y, como novedad, un catálogo -los centros comerciales
los ofertan de diferentes rangos de precio-para elegir un regalo de vuelta,
dando la oportunidad a los presentes de elegir el que más se ajuste a sus
necesidades , con un amplio margen de tiempo.
Tras
esta sucesión de acontecimientos, sólo queda tomar algo al grito de ¡¡Kanpai!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario