viernes, 20 de diciembre de 2013

Hágalo usted mismo: pasta de arroz (mochi, もち, 餅)



Mucho macho para hacer mochi a toda mecha...
 Este mes de diciembre viene plagado de nuevas secciones en el blog. Procedo a relatar una experiencia personal que a la vez es una tradición de estas fechas en Japón: la confección del mochi o mochitsuki, donde la principal protagonista es la llamada pasta de arroz, ampliamente utilizada, tanto en platos salados como dulces e incluso como decoración navideña, dada su enorme versatilidad.

Del mismo modo que los españoles organizamos parrilladas, los japoneses quedan para elaborar la citada pasta, entre amigos, familia o, como sucedió en mi caso, una agrupación vecinal, que todos los años se reúne en invierno y verano (de la reunión de agosto hablaré cuando proceda). Por si fuera poco, el proceso suele ser similar, ya que hay que preparar un fuego (aunque sea para cocer abundante agua y no para asar) y habitualmente otra hoguera para cocinar boniatos (como las patatas o las morcillas, metidas en papel de plata entre las brasas).

 

Hasta aquí las similitudes. 

Las áreas de acción se dividen en (hablo de las tradicionales, ya que no hay que olvidar que estamos en Japón y tienen la versión automatizada de todo): 

    a)      Unos barreños con agua hirviendo.
    b)      Los cajones para cocer el arroz.
    c)      El gran mortero (usu) y el pesado mazo (kine) para convertirlo en la pasta que se usará despúes.
    d)      La cocina de toda la vida, donde se harán los platos con el mochi.


En los cajones se hace el arroz. ¡Qué gente!

Las cajas no son más que unos cajones con sus asas, que ensamblan entre sí, unos encima de otros y todos ellos, a su vez, sobre una máquina que genera vapor constante (para eso contribuyen calentando agua en otra parte). Los cajones van cambiando de lugar (de abajo a arriba en función del calor y la humedad que precisen), mientras que el arroz en su interior, una variedad especial, del ya de por sí diferente arroz japonés, llamado mochigome (arroz mochi), está cubierto por un paño mientras se cuece. 


Como los nipones son mucho de mantener estas cosas inmutables con el paso de los años, las mujeres se encargan de buena parte de la cocción y de dar forma y rellenar los pasteles de arroz resultantes, pasos b) y d), mientras que los hombres mirarán el fuego (pese a la laboriosidad propia de estas buenas gentes, pude comprobar que para estas cosas hacen como en España: trabajan dos, miran diez, eso sí, comentando la jugada en todo momento) y, aquí sí que se lucen, darán con los mazos alternamente al arroz cocido para moldearlo, pasos a) y c). Lo que no se cuenta es que la que dirige en todo momento el proceso suele ser una mujer, mientras se encarga de mantener el engrudo permanentemente húmedo, mojándolo en los impases que dejan los fornidos mozos al golpear a la masa.

Cuando se hace a máquina pierde la gracia

Lo vistoso es el fuego y el darle más palos al arroz que a una alfombra al sol, por lo que parece que el protagonismo es cosa de hombres, pero nada más lejos de la realidad, siendo un trabajo compartido y bien llevado, donde al final todos disfrutan y comen lo trabajado, ya sea en pasteles (con pasta de judías dulces o anko, que en nada se parecen a las judías verdes, aunque hay innumerables variedades), realmente deliciosos, harina de soja (kinako) y azúcar, muy ricos y dulces también o salado, en sopa de verduras, con natto, una pasta elaborada con semillas de soja fermentadas de potente sabor amargo formando filamentos pegajosos cuando se come, por lo que su popularidad entre los extranjeros es reducida, aunque a los nipones les apasiona, especialmente durante el desayuno.



Aquí un vídeo casero del invento:

El golpeado del mochi para convertirlo en masa, por su parte tiene una técnica específica, donde en principio se amasará entre varios apretando el arroz con los propios mazos haciendo pequeños círculos con el mismo, suavemente, antes de empezar a darle con un movimiento propio de un hacha cortando troncos, cargando la fuerza del cuerpo entero cuando el mazo está en el punto álgido y descargándola después sobre la masa, bien en solitario o en pareja, alternando el golpe (permitiendo a un tercero mojar el engrudo entre cada tañido).

Los deliciosos pastelitos con relleno: el producto final
 
La textura del mochi es gomosa y el sabor neutro, como el propio arroz, por lo que combinará con todo sin problema, multiplicando las combinaciones.


Las dos próximas ediciones serán especiales: Navidades en Japón y Año Nuevo en Japón, con sus particularidades, siempre interesantes. Felices fiestas a todos.

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