Mucho macho para hacer mochi a toda mecha... |
Este mes de diciembre viene plagado de nuevas secciones en
el blog. Procedo a relatar una experiencia personal que a la vez es una
tradición de estas fechas en Japón: la confección del mochi o mochitsuki, donde la principal protagonista es la llamada
pasta de arroz, ampliamente utilizada, tanto en platos salados como dulces e
incluso como decoración navideña, dada su enorme versatilidad.
Del mismo modo que los españoles organizamos parrilladas,
los japoneses quedan para elaborar la citada pasta, entre amigos, familia o,
como sucedió en mi caso, una agrupación vecinal, que todos los años se reúne en
invierno y verano (de la reunión de agosto hablaré cuando proceda). Por si
fuera poco, el proceso suele ser similar, ya que hay que preparar un fuego
(aunque sea para cocer abundante agua y no para asar) y habitualmente otra
hoguera para cocinar boniatos (como las patatas o las morcillas, metidas en
papel de plata entre las brasas).
Hasta aquí las similitudes.
Las áreas de acción se dividen en (hablo de las
tradicionales, ya que no hay que olvidar que estamos en Japón y tienen la
versión automatizada de todo):
a)
Unos barreños con agua hirviendo.
b)
Los cajones para cocer el arroz.
c) El gran mortero (usu) y el pesado mazo
(kine) para convertirlo en la pasta que se usará despúes.
d)
La cocina de toda la vida, donde se
harán los platos con el mochi.
En los cajones se hace el arroz. ¡Qué gente! |
Las cajas no son más que unos cajones con sus asas, que ensamblan entre sí, unos encima de otros y todos ellos, a su vez, sobre una
máquina que genera vapor constante (para eso contribuyen calentando agua en
otra parte). Los cajones van cambiando de lugar (de abajo a arriba en función
del calor y la humedad que precisen), mientras que el arroz en su interior, una
variedad especial, del ya de por sí diferente arroz japonés, llamado mochigome
(arroz mochi), está cubierto por un paño mientras se cuece.
Como los nipones son mucho de mantener estas cosas
inmutables con el paso de los años, las mujeres se encargan de buena parte de la
cocción y de dar forma y rellenar los pasteles de arroz resultantes, pasos b) y
d), mientras que los hombres mirarán el fuego (pese a la laboriosidad propia de
estas buenas gentes, pude comprobar que para estas cosas hacen como en España:
trabajan dos, miran diez, eso sí, comentando la jugada en todo momento) y, aquí
sí que se lucen, darán con los mazos alternamente al arroz cocido para
moldearlo, pasos a) y c). Lo que no se cuenta es que la que dirige en todo
momento el proceso suele ser una mujer, mientras se encarga de mantener el
engrudo permanentemente húmedo, mojándolo en los impases que dejan los fornidos
mozos al golpear a la masa.
Cuando se hace a máquina pierde la gracia |
Lo vistoso es el fuego y el darle más palos al arroz que a
una alfombra al sol, por lo que parece que el protagonismo es cosa de hombres,
pero nada más lejos de la realidad, siendo un trabajo compartido y bien
llevado, donde al final todos disfrutan y comen lo trabajado, ya sea en
pasteles (con pasta de judías dulces o anko, que en nada se parecen a las
judías verdes, aunque hay innumerables variedades), realmente deliciosos,
harina de soja (kinako) y azúcar, muy ricos y dulces también o salado, en sopa
de verduras, con natto, una pasta elaborada con semillas de soja fermentadas de
potente sabor amargo formando filamentos pegajosos cuando se come, por lo que
su popularidad entre los extranjeros es reducida, aunque a los nipones les
apasiona, especialmente durante el desayuno.
Aquí un vídeo casero del invento:
El golpeado del mochi para convertirlo en masa, por su
parte tiene una técnica específica, donde en principio se amasará entre varios
apretando el arroz con los propios mazos haciendo pequeños círculos con el
mismo, suavemente, antes de empezar a darle con un movimiento propio de un hacha
cortando troncos, cargando la fuerza del cuerpo entero cuando el mazo está en
el punto álgido y descargándola después sobre la masa, bien en solitario o en
pareja, alternando el golpe (permitiendo a un tercero mojar el engrudo entre cada
tañido).
Los deliciosos pastelitos con relleno: el producto final |
La textura del mochi es gomosa y el sabor neutro, como el
propio arroz, por lo que combinará con todo sin problema, multiplicando las
combinaciones.
Las dos próximas ediciones serán especiales: Navidades en Japón y Año Nuevo en Japón, con sus particularidades, siempre interesantes. Felices fiestas a todos.
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